Cosas asombrosas

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Cosas asombrosas

Explica Zygmunt Bauman en La cultura en el mundo de la modernidad líquida que tanto los creadores como los receptores del arte hoy adoptan una distancia irónica o cínica. Y continúa:

«Si se dice algo en relación con la superioridad de una forma de arte sobre otra, se expresa sin pasión y sin brío; por otra parte, las visiones condenatorias y la difamación son menos frecuentes que nunca. Tras este estado de las cosas se esconde una sensación de vergüenza, una falta de confianza en sí mismo, una suerte de desorientación: si los artistas ya no tienen a su cargo tareas grandiosas y trascendentes, si sus creaciones no sirven a otro propósito que brindar fama y fortuna a unos pocos elegidos, además de entretener y complacer personalmente a sus receptores, ¿cómo han de ser juzgados si no es por el bombo publicitario que acaso reciben en un momento dado? Tal como sintetizó diestramente Marshall McLuhan esta situación, “el arte es cualquier cosa que le permita a uno salirse con la suya”. O tal como Damien Hirst —actual niño mimado de las más elegantes galerías londinenses y de quienes pueden darse el lujo de ser sus clientes— admitió cándidamente al recibir el Premio Turner, prestigioso galardón británico de arte: “Es asombroso lo mucho que se puede hacer con un promedio escolar regular en artes, una imaginación retorcida y una sierra”». (De Hirst se habla también, como era de esperar, en el libro comentado en Un gran juego (1)).

Zygmunt Bauman. La cultura en el mundo de la modernidad líquida (Culture in a Liquid Modern World, 2011). Madrid: FCE, 2013; 101 pp.; trad. de Lilia Mosconi; ISBN: 978-84-375-0697-5.

 

19 abril, 2014
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