Una espada al atardecer

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Una espada al atardecer

Hay que aplaudir que Plataforma editorial esté publicando en castellano, por fin, las novelas de Rosemary Sutcliff. Es una pena, sin embargo, que una novela como Una espada al atardecer, tal vez la más poderosa de toda su producción, haya llegado a las librerías sin una revisión completa de las erratas que contiene. Como, además, los lectores naturales de Sutcliff no son los de los bestsellers sino los que aprecian la calidad literaria, estos fallos se acusan más. También, dado el tipo de relato, hubiera sido conveniente un mapa, o varios, más claro que el actual.

En la nota introductoria Sutcliff explica que, de acuerdo con los datos de los historiadores y de los arqueólogos, detrás de la leyenda artúrica no hay un caballero de armadura reluciente, ni Mesa Redonda, ni un Camelot, sino un jefe de guerra romano-britano del siglo V al que le pareció que valía la pena luchar por «los últimos destellos de la luz de la civilización cuando las tinieblas de la barbarie llegaron como una gran inundación». De acuerdo con esto, «a partir de fragmentos de hechos conocidos, de similitudes, de deducciones y de puras y simples suposiciones», presenta «el tipo de hombre que pudo ser ese jefe de guerra y la historia de su larga lucha». Es él mismo quien la cuenta cuando, después de su última batalla, recuerda su pasado. Se mantienen, eso sí, los elementos básicos de la leyenda artúrica: «el pecado que lleva consigo su propio castigo; la Hermandad rota por el amor entre la esposa del líder y su amigo más íntimo»; y «el Rey Sagrado, el líder cuyo derecho divino en última instancia le lleva a morir por el pueblo».

La escritora dedicó a esta novela mucho tiempo y, cuando la comenzó, después de varios intentos fallidos, vio que debía usar un narrador en primera persona y no, como en sus otras novelas, en tercera. El relato empieza pocos años después del final de Los guardianes de la luz, donde aparecía ya el joven Artos el Oso, hijo ilegítimo de Utha, hermano mayor de Ambrosio, el Alto Rey de Britania. Con poco más de veinte años, Artos, un joven de gran estatura, fuerte y diestro, forma una Compañía de trescientos hombres a caballo para combatir, allí donde aparezcan, a los Lobos del Mar, los invasores sajones, y a sus aliados del interior de la isla. Para eso prepara, previamente, unas nuevas camadas de caballos, más altos y robustos que los que tenían hasta entonces. Su éxito militar y humano crecientes contrastan con las insatisfacciones personales que provendrán del hijo que tuvo en su juventud, Medraut, y de sus faltas de tacto en las relaciones con su esposa, Guenhumara.

La narración es pausada, como es habitual en Sutcliff y como corresponde al tipo de narrador. Las descripciones son magníficas. La crueldad de algunas acciones y batallas están varios peldaños por encima de obras anteriores de la autora, de ahí que a esta novela no se la suela considerar juvenil. Quedan bien perfilados los personajes principales, sin frivolidad alguna, como a veces ocurre cuando llega el momento de narrar el enamoramiento entre Guenhumara y Bedwyr, su segundo, muy lejano del Lancelot habitual en otras recreaciones. Tanto los momentos de amistad como los de confrontación tienen mucha intensidad. No falta el guiño habitual de Sutcliff a Kipling en el «buena caza» que los hombres se desean unos a otros, ni los toques que unen esta novela con las previas y posteriores de la autora.

El motivo temático es el mismo de Los guardianes de la luz: los protagonistas tienen la conciencia de que Britania era el último bastión del mundo occidental y que no podían dejar que se apagara esa última luz de civilización. Al modo de los héroes de grandes novelas inglesas escritas en los mismos años —tan diferentes entre sí como El Señor de los anillos, de Tolkien, o la trilogía Espada de honor, de Evelyn Waugh—, también Artos y sus compañeros hacen frente a su tarea con la idea clara de que les espera la derrota. Cuando Artos le pregunta a Ambrosio cuánto tiempo cree que podrán resistir antes de que les engulla definitivamente la oscuridad, Ambrosio responde: «Sólo Dios lo sabe. Si hacemos bien tu trabajo y el mío, quizás otros cien años».

Rosemary Sutcliff. Una espada al atardecer (Sword at Sunset, 1963). Barcelona: Plataforma editorial, 2013; 640 pp.; col. Histórica; trad. de Francisco García Lorenzana; ISBN: 978-84-15115-80-9.

9 enero, 2014
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