Ramón Gaya: «Giotto no viene a sustituir un arte por otro, sino a romper con el arte, viene a señalar un cauce natural, a poner el dedo en la llaga, perenne, viva, de la realidad, eso es todo. Es lo encomendado siempre a los creadores: volver, volver a lo mismo de siempre, pero no volver a estilos ya padecidos y pasados (como sucede en el fenómeno social de la moda), sino volver a un origen desnudo, sin vestimenta alguna. [Pintores como Giotto, Van Eyck, Tiziano, Velázquez, Rembrandt], no son fundadores sino suprimidores de estilos. Claro que todos estos seres, débiles como hombres, no siempre lograrán salvarse de caer en la trampa de otro estilo; pero ese otro estilo que no han podido evitar, no puede ser nunca un valor, sino una impotencia, acaso una vergüenza. Porque el estilo es siempre una caída. Giotto quiso abrir el calabozo del arte y airearlo, y limpiarlo, y santificarlo con el soplo divino de la realidad, con el aire siempre nuevo y fresco de la realidad; sólo pudo hacerlo a medias, porque lo bizantino —con su brillo, su simbolismo, su geometría, su pedrería, su abstracción—, se había endurecido como una costra, había logrado formar una materia resistente, dura. Giotto no pudo destruirla, sino abrirle un boquete y hacer que entraran sus borregos, sus personajes, sus mismas pasiones».
Ramón Gaya. El sentimiento de la pintura, en Obra completa. Valencia: Pre-Textos y Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2010; 986 pp.; edición al cuidado de Nigel Dennis e Isabel Verdejo; prólogo de Tomás Segovia; ISBN: 978-84-8191-969-1 (Pre-Textos) y 978-84-92827-73-2 (SECC). [Vista del libro en amazon.es]