El otro día cité un libro, editado por William Zinsser, con ensayos de varios autores de libros infantiles. Una de las firmantes es Rosemary Wells y, en su contribución, habla de cómo comprende los álbumes ilustrados. Dice que, como en los sonetos, en los álbumes la estructura es crucial y cualquier error de medida se nota; que, como son cortos, los personajes deben «llegarle» al lector en la página uno; que, aunque no tienen por qué ser divertidos, lo cierto es que los mejores lo son; que, como han de poder ser leídos centenares de veces, hay que quitarles cualquier nota de blandura o de histerismo que tengan; que no deben estar basados en personajes televisivos y que, atención, nunca deben ser escritos por un psicólogo…
En su ensayo da también un interesante apunte histórico. Cuenta cómo, un día de 1979, escuchando a su hija Victoria, de cinco años, intentar enseñarle palabras y modales a Marguerite, la pequeña, se le ocurrió transformar eso en un álbum. Convirtió a Victoria en Ruby y a Marguerite en Max, y preparó Max’s First Word, un álbum de dieciséis páginas. Lo llevó a su editora, Phyllis Fogelman Baker, que, al verlo, le dijo: esto es una completa innovación. Todos los libros para pequeños tienen una palabra por página y aburridas imágenes de objetos. Incluso un bebé de 18 meses se aburre con un libro aburrido. Pero este es divertido y es una historia real. Vete a casa, escribe tres más, y haremos algo que nadie ha hecho antes en la edición». La ilustradora preparó entonces Max’s Ride, Max’s New Suit, Max’s Toys, y así nacieron los libros para prelectores que hoy conocemos como board books.
Rosemary Wells, «The Well-Tempered Children’s Book», en el libro editado por William Zinsser, Worlds of Childhood. The Art and Craft of Writing for Children (1990). Contiene textos de Jean Fritz, Jill Krementz, Katherine Paterson, Jack Prelutsky, Maurice Sendak, Rosemary Wells. Boston: Mariner Books- Hougthon Mifflin, 1998; 216 pp.; ISBN: 0-395-90151-0. [Vista del libro en amazon.es]