Chesterton afirmaba que «una imaginación verdaderamente sencilla disfruta tanto de una escena sencilla como de una escena esplendorosa. El instinto popular, que puede encontrarse en todo el folclore, sabe distinguir muy bien si la una o la otra son apropiadas» («Falsa teoría del teatro», Fancies versus fads). Del mismo modo, «en nada es el niño tan verdaderamente infantil, en nada muestra más cuidadosamente el tipo más sano de sencillez, que en el hecho de que ve todas las cosas, aún las cosas complicadas, con un placer sencillo. El tipo falso de ingenuidad se excita siempre con la distinción entre lo natural y lo artificial. La clase elevada de ingenuidad desconoce esa distinción. Para el niño el árbol y el farol son, a la vez, realidades naturales y artificiales, y, más aún, son sobrenaturales. Porque ambas le resultan espléndidas e inexplicables» (Herejes).
Pues bien: hay una paradoja en el hecho de que a los simples les guste la complejidad y a los complicados les guste la simplicidad, que a unos les gusten las tallas recargadas y las rimas melodiosas, y a menudo ingeniosas, mientras que a determinada gente cultivada les gusten los muros desnudos y los versos sin rima. Se podría decir que a los niños, y a mucha gente, les gustan aquellas cosas porque les gustan los juguetes (aunque sean malos: también en este terreno se ha de aplicar esta distinción), mientras que hay un tipo de gente culta que con frecuencia los rechaza porque desea distanciarse de las preferencias populares mayoritarias como si hacerlo así fuera un signo de distinción («El romance de la rima», Fancies versus fads). No es que un verdadero artista no pueda tener gustos diferentes a la mayoría de la gente o que sus obras puedan no gustar a muchos: la cuestión está que, en el pasado, en época de Miguel Ángel, seguro que algunos artistas se declaraban grandes artistas aunque no tuvieran éxito, pero no se les ocurría, como a tantos ahora, declararse grandes artistas porque no tenían éxito: esta es una peculiaridad de nuestro tiempo, que se declara democrático, pero que tiene un sesgo positivo contra lo popular («Demagogues and Mystagogues», All things considered).