Más respeto por los caníbales

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Más respeto por los caníbales

Los comentarios que, hace pocas semanas, han llenado la prensa para explicar los orígenes de Halloween —aquí se mencionan dos interesantes artículos al respecto— dan actualidad a este párrafo de Chesterton en relación a cierto tipo de conjeturas sobre los orígenes y las justificaciones de algunas costumbres nacidas y desarrolladas en una cultura cristiana.

Se lamentaba Chesterton de que H. G. Wells cayera en una «trampa particular de la sinrazón» cuando decía «que el sacramento cristiano de pan y vino fue un modo de suavizar los primitivos sacrificios de sangre». O de que hubiera quienes decían «que el sentimiento que inspira una Madonna solamente es el renacimiento del culto a Isis, o que la idea de san Miguel aplastando a Satán es la misma que la de Mitras cuando mató al toro. Hay muchas más objeciones históricas a esta especie de cosas, pero mi primera objeción es que no sólo pone el carro delante del caballo, sino que también me da instrucciones para hallar mi propio caballo en mi propio establo, al buscar una primitiva carroza micénica de la que no quedan rastros. En lugar de explicar X diciendo que es igual a 5, trata de explicar 5 diciendo que es igual a X. Es como si alguien dijera. «Usted puede no haberse dado cuenta de que sus sentimientos por su esposa se describen mejor diciendo que son como los del eslabón perdido ante el caparazón de una ostra».

Sé lo que siente el cristianismo al pensar que Miguel castigó a un ángel rebelde. Ignoro qué sintió un mitraísta ante la idea de que Mitras mató a un toro. Es muy posible que haya sido algo semejante al sentimiento cristiano; también pudo haber sido un sentimiento pagano de la peor especie. Pero que me expliquen lo que sé mediante algo que no sé, es un disparate digno de Alicia en el País de las Maravillas. Es ofrecer algo inexplicable para explicar algo que no necesita explicación. No puedo decir si alguien sintió por Isis algo comparable a lo que los hombres sienten por María; si alguien sintió así, lo felicito. Pero me niego a que me revelen mis propios sentimientos a la luz de algunos supuestos sentimientos remotos que no ha sentido ningún hombre vivo.

Pero, aunque hay un abismo de agnosticismo entre la fe muerta y la fe viva, y entre las religiones que se experimentan y las que sólo se exploran, sería posible establecer alguna conexión humana si quienes lo hacen fuesen más humanos. Si tomaran, simplemente, lo que es similar, en vez de tratar específicamente de asimilar las cosas civilizadas a las bárbaras, realmente podrían tender un puente sobre esos abismos en nombre de la hermandad de los hombres. Si no estuviesen tan ansiosos por decir que el sacramento y el sacrificio eran orgías caníbales (lo que es un disparate), podrían decir que ambos eran sacrificios y que tenían algo que ver con la filosofía del sacrificio, lo que tiene más sentido. Y luego, en lugar de tener menos respeto por los cristianos, podríamos tener más respeto por los caníbales. Si no estuvieran tan ansiosos por comparar a la Virgen con una diosa pagana, podrían comparar a las dos con una madre humana, y por lo menos acercarse a algo humano, ya que no a algo divino. Y de la misma manera, si no estuvieran tan apurados por comparar un altar o un lugar sagrado con el fetichismo y el tabú, podrían comprender lo que los hombres quieren significar al hacer local a una deidad o al hablar de un lugar espiritual». («Respecto de una ciudad extraña», El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad)

 

27 noviembre, 2010
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