Haber leído tiempo atrás Los ojos de Rembrandt, de Simon Schama, me hizo conocer a Rembrandt. Tal vez por esa lectura previa me ha gustado mucho Soy la hija de Rembrandt, de Lynn Cullen.
Y, ya puestos, recuerdo unos comentarios de Schama sobre Rembrandt, a propósito del cuadro que hizo de su padre anciano y casi ciego, Harmen, cuando indica que ahí parece Rembrandt haber encontrado «el tema de toda su vida: la luz que habita en la oscuridad». Toda su trayectoria, afirma Schama, «fue un diálogo entre la visión exterior y la mirada interior», su característica más determinante llegó a ser un «gusto por la inminencia, por la construcción de la dificultad mediante detalles amenazadores realizados con astucia y reunidos luego bajo la bruñidora luz que se despliega sobre los personajes». Esto es lo que hace que Schama califique a Rembrandt «de dramaturgo más que de simple compositor de melodramas», o, en otro momento, de un director de orquesta de las emociones.