Con motivo de las Olimpiadas, en conversaciones con amigos, ha vuelto a salir el tema: cuando alguien va y dice que los negros corren más que los blancos, y se basa para esa conclusión en que ha visto ya muchas carreras en las que ganan —olimpiadas, campeonatos de todo tipo—, siempre le replico que, usando la misma lógica, debería concluir que a los negros se les dan mal la vela y la hípica, entre otros deportes.
O, por poner otro ejemplo, es como el que dice que los pobres tienen mal gusto y eligen siempre los peores lugares para vivir: no hay más que fijarse un poco y seguro que las encuestas y las estadísticas lo confirman…
En fin, acostumbrados como estamos a la narrativa con imágenes una idea debería estar clara: lo decisivo de cualquier narración está en el encuadre y lo importante del encuadre no es tanto lo que nos muestra como lo que no nos enseña. A la derecha, una viñeta de El asunto Tornasol, donde con un fuerte zoom hacia atrás Hergé convierte a los lectores en espías del espía que vigila a otro espía que, a su vez, está observando a los héroes.