Otra visión de los ancianos en nuestra sociedad, que se puede sumar a que ofrece Arrugas, es la de Luisito, de Susanna Tamaro.
Anselma, una mujer mayor, antigua maestra, vive sola y encuentra compañía y consuelo en un papagayo abandonado. Le pone Luisito porque su mejor amiga fue una compañera de estudios que se llamaba Luisita. En esa situación, en la que la presencia de Luisito redimensiona las cosas de nuevo, evoca su pasado y se lamenta un tanto de su presente, en particular del comportamiento de su hijo, su nuera y sus nietos.
Es un relato sencillo, fluido y eficazmente construido. Transmite simpatía por la protagonista y, en ese clima, conduce al lector a la identificación con ella, aunque incidiendo en exceso, creo yo, en los acentos tipo «a dónde vamos a ir a parar». En cualquier caso, seguro que muchos lectores conectarán bien con un episodio en el que Anselma impone su autoridad de maestra en una clase difícil, igual que con sus reflexiones a propósito del comportamiento maleducado de sus nietos, que sus padres consienten y no corrigen: «Gracias, la palabra mágica —como les decía a los alumnos: mágica porque abría todas las puertas y cerraba con delicadeza las que debían cerrarse—, había desaparecido del mundo civilizado».
Susana Tamaro. Luisito (Luisito. Una storia d’amore, 2008). Barcelona: Seix Barral, 2009; 144 pp.; trad. de Guadalupe Ramírez; ISBN: 978-84-322-3184-1.