Para ilustrar la necesidad de mirar al futuro se suele decir que no se puede conducir sólo mirando el espejo retrovisor. A los adultos les puede suceder con facilidad, o nos puede suceder, que no saben hablar a los jóvenes más que a través de un espejo retrovisor que sólo recoge su propia (y tantas veces deformada) experiencia personal: «pues yo a tu edad», «si yo estuviera en tu sitio», «cuando yo estaba en la universidad», y esas cosas. También no pocos escritores están anclados en sus traumitas de infancia o en su mitito del sesenta y ocho, e interpretan y desean dirigir las vidas de los niños y a los jóvenes de acuerdo con eso.
9 noviembre, 2005