He leído con atención y gusto La huida de Tobi, la primera parte de Tobi Lolness, de Timothée de Fombelle. A la espera de saber cómo termina la historia, que continúa en un segundo volumen que ha sido publicado ya en Francia, me ha dejado el sabor agridulce de una oportunidad perdida: la de haber sido no un buen libro sino un libro magnífico.
El protagonista es un chico de trece años que mide un milímetro y medio, lo habitual entre la gente de su pueblo, que habita en un árbol enorme. La historia comienza cuando lo están persiguiendo árbol abajo y sus padres están en prisión. Junto con su amiga Elisha, Tobi intentará rescatarlos.
Sintéticamente las cualidades son: planteamiento original, protagonistas atractivos, elementos clásicos de una novela de aventuras, narración que va dejando capítulos en punta y da ganas de saber qué viene después, descripciones buenas, ilustraciones de François Place supersugerentes… Y, también resumidamente, los defectos son: el narrador es a veces impreciso y a veces parece improvisar sobre la marcha cualidades del héroe para resolver una situación, en ocasiones lanza ironías de trazos muy gruesos contra los malos, hay pasajes poco logrados que desentonan mucho de otros —como la historia de Lapa y su padre Gus Alzan, el jefe de la prisión en la que entran Tobi y Elisha—, hay malvados que son clichés, tienen también mucho de cliché algunos paralelismos con nuestro mundo, hay didactismos innecesarios…
Estamos lejos, por tanto, de Los incursores de Mary Norton, o El éxodo de los gnomos de Terry Pratchett, por elegir dos series que recrean mundos habitados por seres pequeñitos, una con aires realistas y literariamente coherente, y otra con acentos de broma irónica.
Timothée de Fombelle. Tobi Lolness. La huida de Tobi (Tobie Lolness. La vie suspendue, 2006). Barcelona: Salamandra, 2007; 316 pp.; trad. de Teresa Clavell Lledó; ISBN: 978-84-9838-125-2.