En el prólogo que Robert Hughes pone, diez años después, a El impacto de lo nuevo: el arte en el siglo XX, libro que compuso a partir de una serie sobre arte para la BBC, confiesa su decepción acerca de las posibilidades de la televisión para mostrar arte. Dice que si al principio era optimista, más tarde fue viendo que la televisión impone un marco narrativo rápido a «unas imágenes concebidas para ser contempladas detenidamente», suprime «superficies, texturas, detalles y el auténtico color, conspirando contra la resistente presencia física y la escala de la obra de arte», y, sobre todo, la fugacidad de la televisión no puede «construir nada que sea satisfactoriamente análogo a la experiencia que emana de la obra de arte inmóvil». Y, continúa Hugues, «eso no hubiera sido un problema en una cultura que no confunde la televisión con la realidad», pero sí lo es en la nuestra.