El profesor de arte dramático comenta con sus alumnos una obra de teatro que han representado y se dirige a la actriz: «Lo malo fue que usted coqueteó con el público en lugar de interpretar a Catalina. Shakespeare no escribió La fierecilla domada para que [usted] pudiera coquetear con sus admiradores desde la escena. Shakespeare se propuso un objetivo al que usted permaneció ajena. Lamentablemente, con mucha frecuencia se explota nuestro arte para fines que le son extraños (…). Usted lo ha hecho para lucir su belleza, otros lo hacen por la popularidad, el éxito o para hacer carrera». Y, dirigiéndose luego a todos los presentes les indica: Debemos luchar con la mayor energía, hasta expulsarles de la escena, contra los que «aprovechan la ignorancia de unos y el mal gusto de otros, (y) recurren a favoritismos, intrigas y otros medios que nada tienen que ver con la creación».
Konstantin Stanislavski. El trabajo del actor sobre sí mismo (Rabota aktiora nad soboy, 1937). Barcelona: Alba, 2003; 368 pp.; trad. y notas de Jorge Saura; ISBN: 84-8428-182-5.