El argumento básico de La lista, de Frederick Forsyth, es que hay un tipo de origen pakistaní, al que se conoce como el Predicador, que lanza mensajes incendiarios en la red llamando a realizar atentados terroristas, y el gobierno norteamericano pide a Kit Carson, el Rastreador, que dé con él. Lo interesante, como suele ocurrir en los thrillers del autor, son dos cosas: que todo se narra con claridad y agilidad, sin absurdas concesiones y sin los clichés descriptivos que vemos en otros autores; y que hay mucha información, bien dosificada y a la vez abundante, sobre cómo funcionan el espionaje y sus tapaderas gubernamentales, siempre con la necesaria salvedad de que tenemos delante una novela.
Lo interesante también, a otro nivel, es la inmoralidad de muchos planteamientos subyacentes: por supuesto los de los terroristas, o los de unos piratas somalíes que también intervienen en la historia, que el narrador ya se encarga de subrayar, pero también los de los distintos gobiernos, y sus funcionarios, a la hora de llevar a cabo las operaciones antiterroristas que el narrador cuenta con admiración. Es significativo que, al final, la única barrera para no terminar con el asunto rápidamente, pues sería fácil abatir al terrorista con un dron, es que junto a él hay un agente israelí y, si él también muriera, eso causaría graves problemas diplomáticos e impediría futuras colaboraciones del mismo tipo.
Frederick Forsyth. La lista (The Kill List, 2013). Barcelona: Plaza & Janés, 2014; 331 pp.; trad. de Luis Murillo Fort; ISBN: 978-84-01-34209-7. [Vista del libro en amazon.es]