Insensata puerilidad

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Hablando de los cambios que se han dado en los Estados Unidos a lo largo del último siglo, y en concreto en las últimas décadas, se lamenta John Lukacs de lo siguiente:

«La militarización de la imagen de la presidencia norteamericana comenzó en torno a 1980, con Reagan, de quien no había constancia de que hubiera hecho el servicio militar, y que había pasado la Segunda Guerra Mundial en Hollywood. (…) Cuando Ronald Reagan era saludado por el personal militar, él devolvía el saludo llevándose la mano derecha a la frente, con una sonrisa feliz que indicaba que le gustaba hacerlo. Este hábito impropio e innecesario fue adoptado por los sucesores de Reagan, incluidos Clinton y sobre todo George W. Bush, que nada más bajarse del avión plantaba su alegre saludo. Es un gesto que está mal. Para hacerlo, es imprescindible ir de uniforme. Pero se trata de algo más que de una corrupción de los modos militares. Hay algo de pueril en ese saludo de Reagan, Clinton y Bush. Y supone también una exageración injustificada de la función militar del presidente. La guerra es un asunto muy serio; pero la sentimentalización de la gestualidad militar resulta pueril, como la de un niño que juega a ser soldado. Por otra parte, la representación televisiva de la guerra tecnológica hace que una campaña militar no parezca sino un gran juego, una especie de Super Bowl internacional que los estadounidenses están obligados a ganar, y con pocas pérdidas humanas (o ninguna). (‘Mantendremos a nuestros hombres y mujeres en combate fuera de la zona de riesgo’: una frase sin sentido pronunciada por miembros del gobierno de Clinton). Esto es algo nuevo en la historia de los Estados Unidos».

John Lukacs. Últimas voluntades. Memorias de un historiador (Last Rites, 2009). Madrid: Turner, 2013; 199 pp.; trad. de José Antonio Montano; ISBN: 978-84-7506-728-5.

9 marzo, 2014
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