Las novelitas escolares para primeros lectores son, por su misma lógica, limitadas. Los problemas que se plantean son siempre los mismos, las anécdotas que suceden son parecidas, las conclusiones que se obtienen casi no varían entre uno u otro relato. Por tanto, a mi modo de ver, un autor debe ser consciente de lo que importa en ellas: la naturalidad y la cercanía (pero sin caer en la ordinariez), que tengan gracia (pero que no intenten tener demasiada), que estén bien escritas (pero sin pretensiones poéticas o estructurales fuera de lugar), que transmitan algo positivo (pero sin énfasis ni lecciones sobreañadidas)… Y debería ser consciente de que, al menos a un lector adulto como yo, le provocan una gran desconfianza e incluso irritación que haga chistes fáciles o que caiga en ciertas complicidades con el niño (al ponerse demagógicamente de su parte), o con el adulto (al decirle justo lo que desea oír para que desee comprar el libro al chico).