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«Los protestantes que se ríen de san Antonio de Padua me parecen muy incomprensivos. En san Antonio de Padua ven al patrón de las llaves y perros perdidos. Es de buen gusto encoger los hombros y sonreír cuando oyes hablar de un santo que se ha especializado en estas minucias y recluta a su clientela entre viejas sordas, desmemoriados, maniáticos y diabéticos… Incluso muchos de los fieles de la iglesia lo evitan, prefiriendo la sociedad selecta de un Agustín, un Tomás de Aquino, un Jerónimo… San Francisco de Asís, con todos sus rasgos contestatarios y de hippy —iba por ahí desnudo, hablaba con los pájaros, vivía de la caridad— está mejor visto porque es pintoresco (los pájaros son poéticos), ¿pero qué se puede pensar de un santo que cuida de seres tan poco apetecibles e interesantes como los viejos que no encuentran sus llaves, que han perdido el perro, que se olvidan de qué se han olvidado?
¡Cuánta ceguera y estrechez! San Antonio es especialmente digno de toda admiración porque es tan bueno que se compadece de unos pobres seres de los que todo el mundo se ríe o a los que todos miran por encima del hombro, con ironía y condescendencia. Pero la pérdida de unas llaves puede ser ocasión de terrible sufrimiento (más penoso porque además parece ridículo) y la muerte de un perro querido es una tragedia para quien está solo y débil en el mundo y ante la vida. Existe también un esnobismo de la compasión: sólo se compadece uno ante los héroes y los acontecimientos solemnes. Por el contrario san Antonio se atreve a enternecerse por los dolores triviales y a inclinarse compasivo sobre los sufrientes vestidos de negro, sobre los escarnecidos y los amantes de los gatos.
Yo aquí veo un exceso de bondad, una caridad sutil: un tipo de misión no en las lejanas islas de los mares del sur, sino en las regiones más modestas de la psique, en el cruce entre la torpeza y la resignación. ¿Acaso los vencidos, los atolondrados y los desafortunados no tienen derecho a consuelo?».
Nicolae Steinhardt. El diario de la felicidad (Jurnalul Fericirii, 1991). Salamanca, Sígueme, 2007; 634 pp.; trad. de Viorica Patea, Fernando Sánchez Miret y George Ardeleanu; ISBN: 978-84-301-1658-4.