A lo largo de El Señor de los anillos hay «una especie de antiironía, a medida que uno se va dando cuenta poco a poco de que la frustración, el pesimismo, incluso casi el desespero, de los personajes son naturales y están justificados, y a la vez son innecesarios y erróneos. Las cosas van mal, pero podrían ir peor. Aun en el peor de los casos, hay cierta sensación proverbial que dice que nunca se puede estar seguro: “Con frecuencia el mal echa a perder el mal”, dice Gandalf; “un golpe apresurado suele no dar en el blanco”, dice Aragorn; “un traidor puede traicionarse a sí mismo y hacer involuntariamente el bien”, dice Gandalf de nuevo».
Tom Shippey. J. R. R. Tolkien: autor del siglo.
24 mayo, 2007