Los gondoleros silenciosos, es un relato de hace unos años de William Goldman, el autor de novelas como Marathon Man y La Princesa Prometida (de 1973), y el guionista de películas como Dos hombres y un destino, Todos los hombres del presidente, Un puente muy lejano, y La Princesa Prometida (de 1983).
Su argumento es que un escritor llamado S. Morgenstern —según parece un seudónimo de Goldman en el pasado y, también, un escritor que tiene carácter de personaje dentro de la novela La Princesa Prometida—, cuenta que, siendo niño, escuchó cantar a los gondoleros, cuando en todo el mundo se sabía que nadie cantaba tan bien como ellos. Para ilustrar esto recuerda el episodio de cuando el gran Enrico Caruso se marchó avergonzado de Venecia después de oír cantar al gondolero que ocupaba el quincuagésimotercer puesto de la clasificación interna de los gondoleros. Pues bien, siendo eso así, ¿por qué un día dejaron de cantar los gondoleros de Venecia? Y el narrador cuenta su investigación, que le lleva a la historia de Luigi, un jovencito aspirante a gondolero y con un talento fuera de lo común para guiar una góndola, pero que como cantante era una desgracia.
La narración habla del poder de los grandes sueños, de que los grandes sueños no mueren nunca y esas cosas, pero su fuerza no está en eso sino en que, como todo lo que toca Goldman, funciona bien. Es disparatada, sí, pero gusta porque, a pesar de que el narrador se hace demasiado presente al principio con incisos y comentarios colaterales —aunque resulta un poco menos plasta que el de la novela de La Princesa prometida—, logra interesar al lector: le hace pasar las páginas preguntándose qué pasará y logra transmitirle afecto hacia sus personajes.
William Goldman. Los gondoleros silenciosos (The Silent Gondolers, 1983). Barcelona: Ático de los Libros, 2010; 157 pp.; trad. de Mercedes Herrera; ISBN: 978-84-937809-9-9.
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