La indomia

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La indomia

La indomia, de Ignacio Ceballos Viro, es un relato que atrapa por su lenguaje cuidado e ingenioso, por la curiosidad que suscitan unos ambientes y personajes singulares, y también por lo que tiene de original en el panorama de la LIJ habitual hoy.

El primer párrafo del libro nos dice que los indomios viven en un lugar donde siempre es verano, que son «un poco extraños en sus costumbres» y «bastante raros en todo lo demás». Nos enteramos luego de que viven al aire libre y de que todos tienen nombres con muchos apellidos: en una ceremonia anual llamada el Fato se añaden un apellido de acuerdo con la ocupación que tendrán el nuevo año: así, una mujer se llama Acumba Escuchatormentas Limpiabrisas Vencemiedos, etc.; pero también los hay que optan por mantener la misma de año en año, y así una de las protagonistas se llama Umbra Cuentaestrellas Cuentaestrellas Cuentaestrellas, etc.

La chica que aparece al principio, Vita, emprende un viaje misterioso: desea buscar aerísaes, unos seres que nadie sabe si existen y que habitan en los volcanes según dicen los cuentos. Cuando llega la noticia de que está en un gran peligro, salen en su busca sus amigas Pinna y Umbra, y un chico llamado Clivo, que logran seguirla gracias a unos mensajes que Vita va dejando en lengua indomia (un lenguaje silábico que se muestra completo al final del libro). Se suceden episodios de distinto tipo, unos en los que los viajeros son espectadores, como una cruenta batalla de hormigas blancas contra hormigas negras, otros en los que participan, como en unos recorridos de árbol en árbol mientras son acosados por logbos, u otros a través de unas cuevas. Pero cuando encuentran a Vita las cosas no salen como esperaban.

Hay dos momentos en que la acción se desarrolla en forma teatral: uno cuando unos niños representan para los viajeros lo que les quieren transmitir; otro, que sucede sin más, cuando los tres charlan sobre cómo entrar en un campamento donde Vita parece estar recluida. En general, toda la narración parece pensada para ser representada: abundan los diálogos ágiles con réplicas bromistas y de los personajes no se describen vestidos sino cosas de su aspecto: de Pinna se nos dice es una chica de piel con motas grises y anaranjadas y de Vita que se caracteriza porque tiene dos rayas oscuras desde la cintura hasta los tobillos.

Las descripciones de la naturaleza que hay son excelentes y tienen la virtud de provocar una sensación tanto de familiaridad como de extrañeza. Se nos dice, por ejemplo, que la deliciosa bebida secreta de los indomios es el bayino y, entre muchos otros animales, frutos y plantas, de los que se habla, se mencionan los gatios, peurros o connejos; los melonones y las sandianitas, las zárpazas y los helechios, los sauzes y los frasnos, etc. Hay algunos sonoros poemas bien compuestos que salpican la historia. La edición es buena aunque vendría bien un mapa que sirviera de orientación al lector en las rutas que siguen los personajes.

No faltan comentarios que parecen apuntar más alto pero que, simplemente, le sirven al narrador para dejar caer bromas. Así, la vieja Ulteria se lamenta de que, de todos lugares del mundo donde podía haber caído un cocco, «haya tenido que ser precisamente en tu cara. Y entonces te da por pensar que tiene que tener un sentido, y ahí estás perdida, cielo, porque si la caída de un cocco que te abre una brecha en la cabeza tiene un sentido, entonces es un sentido doloroso. (…) Y coges el cocco y lo miras, y lo apoyas en una piedra para mirarlo más rato, preguntándole “¿qué haces tú aquí y por qué casi me abres la crisma?”».

Ignacio Ceballos Viro. La Indomia (2019). Sevilla: Babidi-Bu, 2019; 220 pp.; ISBN: 978-84-17679-86-6. [Vista del libro en amazon.es]

9 octubre, 2019
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