Ya dije que me gustó El libro del destino, de Shannon Hale. Pues más todavía debo decir de su continuación, Destino real, espíritu rebelde: hay que tener mucho talento para construir un relato tan rico, tan divertido, y tan inteligentemente posmoderno. Los únicos reproches que le haría son la cubierta, que no hace suponer mínimamente lo que uno encontrará dentro del libro, y la longitud, pues suceden demasiadas cosas y hay peligro de saturación con tanta broma.
La historia continúa cuando, después de que Raven se negase a firmar en el Libro del Destino y a seguir los pasos de su madre, se producen tumultos en Ever After High y hay enfrentamientos entre quienes están con Apple y quienes apoyan la rebeldía de Raven. Todo conduce a que la dirección del colegio decida expulsar a Maddie Hatter y, entonces, Apple y Raven se unen para evitar esa injusticia. El problema está en que la única manera de salvar a Maddie es hacer un hechizo de Prueba Irrefutable, algo solo al alcance de una bruja de nivel 38: las únicas que alcanzaron ese nivel en la historia fueron Baba Yaga y la Madrastra de Blancanieves, y las alumnas como Apple o como Raven solo han llegado al nivel 5.
La traducción es magnífica y acierta de lleno al mantener los nombres en inglés.., lo cual significa que, para disfrutar por completo del relato, se ha de dominar un poco ese idioma, aparte, naturalmente, de conocer los cuentos populares y relatos como los de Alicia, Pinocho, El Mago de Oz, etc. Al hilo de la narración siguen apareciendo términos propios —hadavilloso, cuajhada, mermelhada…— y muchas pequeñas descripciones logradas —«la tensión era tan densa como una niebla embrujada», «la revelación le cayó como un cuenco de sopa hirviendo»…—.
Luego, el libro sirve para pensar en cuestiones más serias que van surgiendo como quien no quiere la cosa. Raven se da cuenta de que su elección no afecta solo a su propio destino sino que también tendrá consecuencias en otros; se pregunta como una chica tan inteligente como Apple no podía ver lo que ella sí veía con toda claridad, «que el destino no era más que un ovillo de hilos de marioneta y que la felicidad sólo podía venir de la mano de la libertad». Ambas aprenden, en su búsqueda, que también hay muchas cosas que ocurren fuera de campo, fuera de las páginas de los cuentos, y que a veces son las más importantes.
Es sensacional el personaje de Maddie —a la que se describe como adicta al té, fantastifiestera, cuentacertijos compulsiva…— y son un alarde de técnica narrativa las conversaciones que la misma Maddie va manteniendo con el Narrador. Son formidables también las apariciones de la madrastra de Blancanieves, cuyos diálogos insultantes y provocativos no tienen desperdicio: Raven, al final, sabe responderle que «la posibilidad de elegir y la maldad no son lo mismo» y que ella no elegirá la maldad, no elegirá el camino de su madre, pase lo que pase.
Hay continuas y graciosas alusiones irónicas de todo tipo. Así, los cojines bordados de Blancanieves tienen lemas como «Amar es saber que un conejito te necesita», o «Las ardillas nunca te dejarán tirado… a no ser que estén hibernando». En otro momento aprendemos que los Remolinos de Cambalachamiento se aprenden en la asignatura de último curso de «Alusiones Avanzadas y Referencias Transculturales». O, cuando Apple habla de la marioneta más simpática que ha conocido nunca y Nathan Nutcracker, el hijo del Cascanueces, murmura que «el término marioneta es un poco ofensivo», Apple le pide disculpas y le asegura que «quería decir la persona de madera más simpática que he conocido nunca».
Shannon Hale. Destino real, espíritu rebelde (Ever After High. The Unfairest of them All, 2014). Madrid: Alfaguara, 2014; 389 pp.; trad. de Sara Cano Fernández; ISBN: 978-84-204-1671-7. [Vista del libro en amazon.es]