Santo Tomás de Aquino (1933)

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Santo Tomás de Aquino (1933)

Un año después de la biografía sobre Chaucer, Chesterton vuelve a poner de manifiesto su conocimiento de la Edad Media con su semblanza de Santo Tomás de Aquino. Al comienzo vuelve a dar la idea que preside su trabajo, invirtiendo un comentario que había realizado en The Victorian Age in Literature: «todo el cuadro tiene la finalidad de presentar la silueta de una figura en un paisaje y no un paisaje con figuras».

Igual que dije a propósito de la biografía de san Francisco de Asís, esta sobre santo Tomás no me atrajo tanto como las que abordan personajes literarios. Ahora bien, estoy casi seguro de estar equivocado, pues si es significativo que las biografías de Chesterton han sido elogiadas siempre por grandes especialistas en el biografiado, en este caso es particularmente revelador que el filósofo tomista más importante de la primera parte del siglo XX, Etienne Gilson, saludase así esta obra: «Considero, sin parangón alguno, que es el mejor libro que se ha escrito sobre Santo Tomás. Sólo un genio podía hacer algo así. Todo el mundo admitirá sin ninguna duda que es un libro inteligente pero pocos lectores que hayan pasado veinte o treinta años estudiando a Santo Tomás de Aquino y hayan publicado dos o tres volúmenes sobre el tema, podrán darse cuenta de que la chispa de Chesterton ha dejado su erudición a ras de suelo. Adivinó todo lo que ellos trataban de demostrar y dijo lo que ellos intentaban expresar torpemente con fórmulas académicas. Chesterton era uno de los pensadores más profundos que han existido. Era profundo porque tenía razón, y no podía dejar de tenerla; pero tampoco podía dejar de ser modesto y amable; por eso se consideraba uno de tantos, se disculpaba de tener razón y se hacía perdonar la profundidad con el ingenio».

Ese comentario, que dice mucho de la profundidad de pensamiento de Chesterton, no arregla sin embargo las dificultades que tendrán muchos al leer esta biografía. Santo Tomás era un personaje metódico y ordenado en la exposición de su pensamiento: hubiera disfrutado del trato con Chesterton pues ambos se dedicaron de lleno a «esa rara ocupación humana, la costumbre de pensar», pero tal vez no conectase del todo con su estilo literario exuberante y su gusto por los meandros.

Sea como sea, se puede recordar aquí que Chesterton escribió sus biografías también porque, como periodista, era muy consciente de la falta de sentido histórico de sus contemporáneos: decía que, al haber sustituido la historia y la tradición —que es como la charla de la historia— por el periodismo, en nuestro mundo se ha conseguido que mucha gente sólo conozca el final de cada historia y no todo aquello que la ha hecho posible. Esta idea la desarrolla también en esta biografía: es errónea «la costumbre moderna de mirar a las cosas únicamente desde el punto de vista moderno. Porque eso es ver solamente el fin del cuento», y entonces resulta que hay quienes «se rebelan contra no saben qué porque surgió no saben cuándo; mirando solamente el fin, ignoran el principio, y, consiguientemente, desconocen su mismo ser». En esa dirección, Chesterton desea señalar la importancia para nuestro tiempo de un personaje como santo Tomás, a quien veía como un maestro de lógica para «las tribus semipaganas de las ciudades industriales de nuestros días, los devoradores de libros de fantasía y de folletos baratos».

G. K. Chesterton. Santo Tomás de Aquino (St. Thomas Aquinas, 1933). Madrid: Espasa, 1985, 11ª ed.; 188 pp.; col. Austral; trad. del P. Honorio Muñoz, O.P.; ISBN: 84-239-0020-7. Nueva edición en Madrid: Homo Legens, 2009; 205 pp.; col. Biografías breves; prólogo y notas del editor, José J. Escandell; trad. de María Luisa Balseiro; ISBN: 978-84-92518-39-5. Nueva edición en Madrid: Rialp, 2016; 272 pp.; trad. de Juan Carlos de Pablos; ISBN: 978-84-321-4701-2. [Vista del libro en amazon.es]

 

25 septiembre, 2008
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