Miedos nocturnos de los niños

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Uno de los personajes de Incierta Gloria, Trini, dice: «¡Nos es tan necesaria la fantasía cuando somos pequeños, cuando somos nuevos en este mundo; nos es tan necesario transfigurar este mundo, al que hemos venido a parar no sabemos cómo ni de qué manera, con los toques de la fantasía y del misterio! Hay más aún; hay más que esta necesidad de fantasía y de misterio, o sea de poesía, que tan vivamente sienten los niños; hay más, y es que tienen miedo. Todos los niños tienen miedo: miedo a la oscuridad, miedo a los desconocidos —personas o animales—, miedo a perderse, a extraviarse; miedo a no saben bien el qué. Mis padres, como todos los incrédulos, negaban que este miedo fuese innato; lo atribuían, por el contrario, al vicio —como decían ellos— de hablar a los niños de cosas que dan miedo, como es la muerte, el demonio, los fantasmas, el lobo, las brujas. Pero a mí nunca me habían hablado de nada de todo eso y recuerdo como si los sintiera ahora mis miedos, mis grandes terrores nocturnos si me despertaba a altas horas de la noche, aquellos miedos sin forma y sin límite que flotaban pesadamente en la oscuridad de mi dormitorio. Un día, ya un poco mayor, conocí en la escuela a una niña que me dijo que ella, por la noche, cuando tenía miedo, se encomendaba al ángel de la guarda. Le decía: «Ángel de la guarda / dulce compañía, / no me desampares / ni de noche ni de día». Me aprendí estos versos sin decir nada a los papás, y a partir de entonces, si me despertaba, los recitaba en voz alta».

Joan Sales. Incierta gloria.

2 diciembre, 2005
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