«Viaja, viaja por donde quieras»

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En el capítulo IX de Un puente sobre el Drina, cuando comienza el año 1878, se introduce un personaje que dominará buena parte de la narración hasta el final: Alí-Hodja, un hombre joven y sanguíneo en aquella fecha, descendiente de quienes cuidaron la Hostería de Piedra durante siglos. Cuando, años adelante, la construcción del ferrocarril reduce mucho el tráfico a través del puente de piedra y acelera las vidas de la gente que le rodea, él «respondía malhumorado, a los que se felicitaban por la velocidad con que ahora podían zanjar sus asuntos, calculando las economías de tiempo y de dinero logradas, que lo que cuenta no es el tiempo que el hombre economiza, sino cómo emplea el tiempo economizado: si lo emplea para hacer el mal, valdría más que no dispusiese de él. Trataba de probar que lo principal no es ir deprisa, sino saber adónde se va y por qué, concluyendo que la velocidad no significa siempre una ventaja.

—Si vas al infierno, vale más que vayas despacio —decía, con amargura, a un joven comerciante—. Eres un imbécil si crees que el alemán ha gastado dinero y ha introducido máquinas solamente para que puedas viajar y resolver tus asuntos más deprisa. Tú ves únicamente que te desplazas, pero no te preguntas lo que la máquina arrastra consigo, aparte de ti y de tus semejantes. Eso no puede entrarte en la cabeza. Viaja, viaja por donde quieras, pero me temo que ese viaje puede proporcionarte uno de estos días alguna amarga decepción. Llegará el momento en que los alemanes te transportarán allá donde tú no querías ir y donde nunca habrías podido imaginar que podrías ir».

Ivo Andrić. Un puente sobre el Drina.

 

21 abril, 2007
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