Nación, la última novela de Terry Pratchett, está hilada con su soltura narrativa característica pero no tiene la chispa de sus otros libros, aunque su eco momentáneo puede ser mayor si el musical basado en ella funciona bien. Tiene algunos momentos que intentan ser emotivos pero no lo son —al menos para un lector como yo, pero en cualquier caso creo que la forma condiciona el fondo—, y no tiene casi momentos graciosos —salvo algún chispazo aislado que difícilmente dejará satisfecho a los lectores habituales de Pratchett, como es mi caso—.
El protagonista principal es Mau, el único superviviente de su pueblo después de que una ola gigantesca lo destruya todo. Aparecen luego una chica y un loro, únicos supervivientes de un barco al que también les pilló la ola. Luego, al modo arbitrario propio de Pratchett, van apareciendo personajes singulares y ocurriendo cosas imprevisibles. Las nuevas circunstancias propician que Mau se haga preguntas acerca de las creencias de su pueblo, representadas en un viejo sacerdote más bien torpe a cuyo lado a ningún lector con sentido común le gustaría estar.
Así como en otras novelas, uno de los aspectos más interesantes de los comentarios de Pratchett —igual que dice sobre el zen en Brujerías (Wyrd Sisters, 1988)—, es «la formulación de preguntas, aparentemente sin sentido, con el objetivo de ampliar los márgenes de la percepción», esta vez no es así. Determinadas cosas tienen su propia lógica en una narración declaradamente bromista, pero no la tienen en una narración con argumento disparatado y personajes marionetas: si uno quiere hablar de cuestiones serias es mejor hacerlo seriamente, siempre y cuando uno quiera que lo tomen en serio, claro está.
Terry Pratchett. Nación (Nation, 2008). Barcelona: Timunmas, 2010; 453 pp.; col. Biblioteca Terry Pratchett; trad. de Miguel Antón; ISBN: 978-84-480-3838-0.