PALACIO, R. J.

PALACIO, R. J.Autores
 

Escritora norteamericana. Vive en Nueva York. Directora de arte y diseñadora gráfica durante veinte años. La lección de August es su primera novela.


La lección de August
Barcelona: Nube de Tinta, 2012; 416 pp.; trad. de Diego de los Santos Domingo; ISBN: 978-8415594024. [Vista del libro en amazon.es]

August Pullman, Auggie, es un chico de diez años que nació con una deformidad facial. Vive con sus padres y su hermana mayor, Via, que siempre le han ayudado y protegido. Tiene una gran fijación con La guerra de las galaxias. Nunca ha ido a la escuela y sus padres piensan que ha llegado el momento de que lo haga. La novela empieza en ese momento, en las conversaciones previas entre todos y con la primera visita de August al colegio para que lo conozca y hable con el director. El narrador de las primeras cien páginas es August, y luego toman el relevo Via, Jack y Summer —amigos de August—, Justin y Miranda —novio y amiga de Via—, aparte de que August se haga cargo de otros dos tramos más. El relato cuenta el difícil acostumbramiento de August y sus compañeros a la situación, el acoso hacia August de uno de los chicos y sus amigos, las dificultades que también se presentan a Via en su nuevo instituto, los incidentes en un campamento colegial.



Novela que desea y consigue conmover. Buena parte de su encanto está en la voz narrativa de August: natural y convincente aunque sepamos que ningún niño se pueda expresar con tanta claridad y ser tan perspicaz, divertida e irónica por más que respire dolor y decepción. Da idea de su tono el comienzo: «Sé que no soy un niño de diez años normal. Bueno, hago cosas normales: tomo helado, monto en bici, juego al béisbol, tengo una Xbox… Supongo que esas cosas hacen que sea normal. Por dentro, yo me siento normal. Pero sé que los niños normales no hacen que otros niños normales se vayan corriendo y gritando de los columpios. Sé que la gente no se queda mirando a los niños normales en todas partes». Puede dar idea de su perspicacia este comentario al paso: «Lo guay de los niños pequeños es que no dicen las cosas para intentar hacer daño, aunque a veces digan cosas que te hacen daño. Pero no saben lo que dicen. Los niños mayores… esos sí saben lo que dicen». Y de su sentido del humor su comentario cuando el director del colegio le pregunta si sabe tocar algún instrumento: «No —respondí—. No era mi tema de conversación favorito, sobre todo porque no tengo orejas. Bueno, sí tengo, pero no se parecen a las típicas orejas que tiene todo el mundo».

Las voces de los demás narradores sirven para mostrar lo que piensan y sienten quienes rodean a August y para conducir el argumento hacia los momentos clave de reconocimiento, por parte de August y de los demás, de que deben crecer y enfrentarse a la realidad. Es significativo que no haya capítulos narrados por los personajes más importantes de la historia, que son el padre y la madre de August, la clave de que la casa de los Pullman sea tan acogedora y envidiable para quienes proceden de hogares rotos, como Justin y Miranda. La novela plantea bien la importancia del afecto y de la dedicación de unos padres que lo sacrifican todo por su hijo, igual que presenta con acierto el premio de una felicidad familiar basada en el olvido de uno mismo (quizá con luces demasiado brillantes, aunque la narración habla de la tempranísima decisión de Via de no tener hijos puesto que sabe que tiene también el gen mutado que podría transmitir a sus futuros hijos).

Se le puede reprochar a la historia un exceso de momentos sentimentales pero lo cierto es que, con todo, está equilibrada y también hace comprender a quienes al principio les cuesta la relación con August. Así, a la hora de hablar de cómo reaccionan los demás al verle, dice August: «La verdad es que si un wookie empezase a ir al colegio, yo sentiría curiosidad y seguramente lo miraría a escondidas. Y si me lo cruzase yendo por ahí con Jack o con Summer, seguramente les susurraría disimuladamente: “Mirad, es el wookie”. Y si el wookie mi pillase diciéndolo, sabría que no lo decía con maldad: simplemente estaría señalando el hecho de que es un wookie». Además, otros méritos no pequeños son que la novela está bien escrita, que tiene personajes memorables y, algo nada sencillo como la experiencia nos dice, que su autora ha dado de lleno en el blanco donde pretendía dar: hacer pensar a sus lectores en la importancia de «ser más amables de lo necesario» en la convivencia cotidiana, hacerles notar que la cordialidad y la empatía nos hace mejores y hace mejores a los demás.

La autora ha prologado el éxito de su novela con otros relatos. Uno, en el que vuelve a contar brevemente La lección de August, pero desde la perspectiva del chico que lo acosa es La historia de Julian. Otro es El juego de Christopher, cuyo narrador es un amigo de Auggie los años anteriores a lo que se relata en La lección de August. Un tercero, centrado en una compañera de Auggie, es Charlotte tiene la palabra. Los tres se han reunido en Auggie y yo. Tres cuentos de la lección de August, Barcelona: Random House, 2016; 448 pp.; col. Vintage; ISBN: 978-1101972229. [Vista del libro en amazon.es]


25 abril, 2013
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