WALPOLE, Horace

WALPOLE, HoraceAutores
 

Escritor inglés. 1717-1797. Nació en Londres en una familia noble. Su padre fue primer ministro. El fue parlamentario. Coleccionista de antigüedades, compró una casa llamada Strawberry Hill, que decoró por fuera y por dentro con mimo hasta convertirla en un pequeño castillo gótico: ventanas, patios, pasadizos, claustro, armería, capilla, imprenta… Fue un gran escritor de cartas, con la intención de hacer con ellas una crónica histórico-social de su época. Murió en Londres.


El castillo de Otranto
Madrid: Anaya, 1991; 188 pp.; col. Tus libros; ilustración, Julio Gutiérrez Mas; trad., apéndice y notas de María Engracia Pujals; ISBN: 84-207-4200-7.
Otra edición en Madrid: Castalia, 2004; 180 pp.; col. Castalia prima; trad. de Alejandro Valero; ISBN 10: 84-9740-108-5.

El hijo de Manfred, príncipe de Otranto, fallece poco antes de celebrar su boda con Isabella, hija del Marqués de Vicenza. Entonces, Manfred pretende divorciarse de su mujer, Hippolita, y casarse con Isabella. Se opondrán a sus deseos un fraile llamado Jerome y el joven campesino Theodore, y contarán con la colaboración de fuerzas misteriosas.



Novela que inicia la llamada novela gótica, una de las formas que tomó el retorno a lo fantástico y a lo sentimental, como reacción a un modo clásico y equilibrado de contar las cosas. Su originalidad está en la combinación de distintos elementos: escenario en un castillo con abundantes pasadizos, calabozos, etc.; héroe misterioso y melancólico; joven desamparada y lánguida; fuerzas de la naturaleza desatadas, ruidos extraños, enigmáticas corrientes de aire, crímenes del pasado… Muchas novelas del futuro, de toda clase, melodramáticas o detectivescas, para mayores o para niños, intentarán explotar de modo parecido lo misterioso y lo terrorífico. Algunos relatos, de POE o STEVENSON entre otros, serán verdaderas cumbres del género. Pero en el camino de presentar temores irracionales y pasiones desbordadas, de recurrir a ritos mágicos y a intervenciones de ultratumba, de mezclar o confundir superstición y fe religiosa…, ha sido fácil caer en la banalización del mal gusto y la maldad, y, con mucha más frecuencia, en la pura estupidez.


28 agosto, 2009
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