Escritora norteamericana. 1950-. Nació en Tulsa, Oklahoma. Escribió Rebeldes cuando sólo tenía 16 años y la publicó cuando tenía 17, obteniendo un gran éxito. Luego estudió Ciencias de la Educación y publicó nuevas novelas.
RebeldesMadrid: Alfaguara, 2008, 60ª ed.; 192 pp.; col. Serie Roja; trad. de Miguel Martínez Lage; ISBN: 978-84-204-4797-1. Nueva edición en Madrid: Santillana, 2016; 224 pp.; col. Serie Roja; trad. de Miguel Martínez Lage; ISBN: 978-8491221388. [
Vista del libro en amazon.es]
El narrador es Ponyboy, catorce años. Su relato empieza explicando que sus enemigos son los «Socials», o socs, los niños ricos del West Side, la clase alta; y situándose a sí mismo como un «Greaser», la palabra «que se usa para clasificarnos a los chicos del East Side. Somos más pobres que los socs y que la clase media. Seguramente también somos más bestias. No al estilo de los socs, que andan por ahí asaltando greasers y destrozando casas a patada limpia con botes de cerveza. […] Los greasers somos un poco como los quinquis; robamos cosas y conducimos viejos coches trucados y atracamos gasolineras y armamos una pelea entre pandillas de cuando en cuando. […] Llevamos el pelo largo y vestimos con vaqueros y camisetas, o nos dejamos por fuera los faldones de la camisa y nos ponemos cazadoras de cuero y playeras o botas. No pretendo decir que los socs o los greasers sean unos mejores que otros, qué va; simplemente, así son las cosas». En una pelea muere un soc y Ponyboy y su amigo Johnny han de huir unos días, refugiándose en una iglesia abandonada.
En Rebeldes y en otras novelas posteriores, más artificiales y menos conseguidas, la autora suele describir bandas urbanas de jóvenes marginales: sus graves problemas familiares y escolares, sus comportamientos desmadrados, sus actitudes violentas en los enfrentamientos con bandas rivales… A pesar de que las expresiones malsonantes y el lenguaje de argot envejecen y desvalorizan estos relatos, es indudable la capacidad de la autora para captar la confusión vital de sus protagonistas, y es fácil entender por qué Rebeldes supuso una cierta ruptura en la literatura juvenil: fue como un pistoletazo de salida para novelas con la misma clase de «realismo» conciso y eficaz contado con lenguaje burdo y directo, pero con acentos lírico-sentimentales cuando expresa la desolación interior o la fuerza de la amistad entre los protagonistas. La popularidad de las novelas de Hinton se acrecentó al filmar Francis Ford Coppola dos películas protagonizadas por jóvenes actores famosos.
Desde un punto de vista educativo, Rebeldes es un testimonio de la necesidad de cariño y de orientación que tiene todo chico joven. Ponyboy acaba reconociendo el afecto que hay detrás de la exigencia de su hermano Darry. Sufre por la dureza de la vida familiar de Johnny. Aprende que los socs no son más felices por tener más: un amigo del soc muerto le cuenta que sus padres «lo habían mimado hasta pudrirlo. […] Siempre cedieron ante él»; cuando lo que él quería era «que alguien le dijese “No”. Conseguir que alguien dispusiera la ley, fijase los límites, le diera algo sólido en qué apoyarse».
Es también un alegato contra la violencia inútil que nace de la ausencia de motivaciones y de la vaciedad de las vidas de los protagonistas. Un rechazo de un estilo de vida que no lleva a ninguna parte: «Dieciséis años en las calles y puedes aprender mucho. Pero todo equivocado, no las cosas que quieres aprender». No se dulcifican ni la angustia de los personajes ni el desenlace; tampoco se culpabiliza a nadie; sencillamente se describen las cosas y se busca refugio en un vitalismo pragmático que, con versos del poeta Robert Frost, dictamina que «nada dorado puede permanecer», salvo, quizá, el compañerismo y el afecto entre hermanos…
A determinados lectores, Rebeldes puede abrirles los ojos y provocar una comprensión más ponderada de las realidades que muestra. A ciertos lectores jóvenes puede hacerles caer en la cuenta de que los «rivales» tienen los mismos problemas y las mismas dudas, y que determinados caminos no tienen salida… No obstante, en términos generales cabe plantearse si este tipo de narraciones ayudan o más bien perjudican a sus destinatarios naturales: al convertir esta clase de personajes y comportamientos en imágenes atrayentes, literarias o cinematográficas, en cierto modo se los convierte en admirables e imitables.
Miradas de derrota y de recelo
El éxito de Rebeldes tiene una explicación parcial en la descripción de una galería de personajes que, dentro de su patetismo, resultan cercanos y hasta entrañables. Los hermanos de Ponyboy: Darry, el mayor, que sólo entiende «hechos sin vuelta de hoja. Pero usa la cabeza»; el mediano, Soda, que «se emborracha nada más que con vivir». Los amigos: Dally, que «había estado en el talego a la edad de diez años. Era más duro que el resto de nosotros, más duro, más frío, más mezquino. La sombra de diferencia que distingue a un greaser de un quinqui no existía en Dally»; Two-Bit, al «que le parece muy divertido afanar todo lo que esté bien vigilado», y «se comporta como si estuviese colocado cuando está sobrio». Y, en especial, Johnny, siempre con una «mirada de derrota y de recelo en los ojos», que «era la mascota de la banda, el hermano pequeño de cada cual. Su padre estaba siempre venga a pegarle […]. De no haber sido por la pandilla, Johnny nunca habría conocido qué son el amor y el afecto». Y eso a pesar de que la vida cotidiana de estos chicos no parece muy envidiable: «Caminamos por los alrededores, hablando con todos los greasers y los quinquis que conocíamos, apoyándonos en los parabrisas o saltando a los asientos traseros, enterándonos de quién había huido y de quién estaba en el maco, de quién salía con quién y de que no sé qué otro tenía ganas de liarse a golpes con tal, y de quien robó qué, cuándo y por qué».
30 abril, 2009