Escritor norteamericano. 1804-1864. Nació en Salem, Massachusetts. Condiscípulo de LONGFELLOW. Fue inspector de aduanas. Más tarde, nombrado cónsul de EE.UU. en Liverpool, viajó con frecuencia por Europa. Su obra más conocida fue La letra escarlata (The Scarlett Letter, 1851), uno de los primeros «clásicos» de la novela norteamericana. Falleció en Plymouth, New Hampshire.
Veinte días con Julian y ConejitoBarcelona: Anagrama, 2004; 157 pp.; col. Panorama de narrativas; introducción de Paul Auster; trad. de Javier Calzada; ISBN: 84-339-7031-3.
Texto que redactó el autor durante 18 días, del 28 de julio al 16 de agosto de 1851, cuando su mujer y sus dos hijas se fueron de viaje y él se quedó en su granja de las colinas de Berkshire con la compañía de su hijo Julian, de cinco años, y un pequeño conejo.
Libro de las maravillasMadrid: Miraguano, 1992; 188 pp.; col. La cuna de Ulises; trad. de José Kozer; ISBN: 84-7813-100-0.
Otras ediciones son:
—Barcelona: Alba, 2000, 2ª impr.; 222 pp.; col. Primeros clásicos; ilust. de
Walter CRANE; trad. de Gerardo Escodín; ISBN: 84-89846-39-1. Nueva edición, que incluye también
Cuentos de Tanglewood, en Alba, 2013; 520 pp.; col. Clásica Maior; ISBN: 978-84-8428-898-5. [
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—Con el título
Un libro maravilloso, en Madrid: Anaya, 2002; 255 pp.; col. Tus libros; ilust. de
Arthur RACKHAM; trad. de Ana Isabel Conejo e Hilario Franco; apéndice de Vicente Muñoz Puelles; ISBN: 84-667-1719-6.
—Entre otras, esta es
una edición en inglés.
Eustace Bright, un joven estudiante, relata viejos mitos griegos en forma de cuentos: La Cabeza de la Gorgona, Dedo de Oro, El Paraíso de los Niños, Las Tres Manzanas de Oro, El Cántaro Prodigioso, La Quimera.
Cuentos de TanglewoodBarcelona: Alba, 1999; 236 pp.; col. Primeros clásicos; ilust. de
S. Van Abbé; trad. de Marta Solís; ISBN: 84-89846-96-0. Nueva edición, que incluye también
El libro de las maravillas, en Alba, 2013; 520 pp.; col. Clásica Maior; ilust. de
Virginia Frances Sterrett; ISBN: 978-84-8428-898-5. [
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Entre las ediciones en inglés en línea, hay
una edición en el Proyecto Gutenberg.
En el segundo libro, y ya sin niños oyentes, Eustace pone por escrito nuevos relatos de la misma clase: El Minotauro, Los pigmeos, Los dientes del dragón, El palacio de Circe, Las semillas de la granada, El vellocino de oro.
Las obras importantes de Hawthorne tratan sobre cuestiones como «el sentimiento de culpabilidad del hombre, el orgullo intelectual y la naturaleza del mal», y se las considera «como un estudio de los efectos del puritanismo de la sociedad en la que él vivió» (J. Coy Ferrer). Pero poco tienen que ver con estas cuestiones los libros seleccionados.
Aunque los incidentes de Veinte días con Julian y Conejito sean nimios, la narración tiene gracia por el humorístico realismo con el que se revelan tanto los comportamientos del conejito y del niño, como los altibajos emocionales que sufre su padre ante la incansable actividad del pequeño Julian, un «torrente de locuacidad» como «un arroyo fluyendo sin cesar». Tiene también interés porque cuenta episodios de la relación amistosa del autor con Herman MELVILLE, su vecino entonces, con el que un día mantiene «una charla acerca del tiempo y de la eternidad, de cosas de este mundo y del próximo, de libros y editores, y de todo lo posible y lo imposible, que se prolongó hasta muy avanzada la noche y en la que, si hay que decirlo todo, estuvimos fumando cigarros incluso en el sagrado recinto de las paredes de la sala de estar». Y es importante también por ser el primero, dentro de la literatura norteamericana, que pone a un niño en el centro de un argumento. Así lo indica en el extenso prólogo Paul AUSTER, que se detiene a enumerar las atractivas cualidades literarias y humanas de Hawthorne: su prosa precisa, ingeniosa y mordaz; su amor a su esposa e hijos y la paciencia que demuestra en su relación con Julian. Es fácil estar de acuerdo con Auster cuando indica que, a la vista del texto, queda claro que si las imágenes sólo registran la superficie de las cosas, las palabras van mucho más al fondo tanto si con ellas se trata de paisajes como si se trata de rostros de niños.
En cuanto al Libro de las maravillas y a Cuentos de Tanglewood, fueron relatos concebidos y ejecutados por el autor después del éxito de La letra escarlata, con el fin de aprovechar su recién ganada popularidad y con un obvio propósito divulgativo. El mismo narrador declara que su intención es entretener a unos niños y, al mismo tiempo, enseñarles lecciones útiles para la vida: «Tal vez la mejor manera de enfrentarse a una Quimera sea acercándosele todo lo más posible». Hawthorne era consciente de las limitaciones de su obra pero quedó satisfecho tanto de la calidad literaria como del éxito de su intento: fueron libros bien aceptados y muy difundidos (aunque también enfadaron a gente como Charles KINGSLEY).
Otros libros: La casa de los siete tejados, Wakefield.
20 enero, 2009