Escritor suizo. 1825-1898. Nació en Zúrich. En su infancia desgraciada está el origen de su interés por la historia, en la que buscó refugio. Esto se reflejó en las novelas que escribió, ya con una edad avanzada, y de las que la primera es El amuleto. Falleció en Kilchberg.
El amuletoBarcelona: Ediciones del Bronce, 1998; 111 pp.; col. Clásicos del bronce; trad. y notas de Isabel Hernández; ISBN: 84-89854-52-1.
El hugonote Hans Schadau narra los sucesos previos a la noche de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572, cuando sólo tenía veinte años, y cómo logró escapar de la muerte primero en un duelo y luego en la matanza, gracias a la devoción a la Virgen y con ayuda del católico Wilhelm Boccard, que no tiene tanta suerte.
Meyer está considerado un gran poeta lírico alemán y un maestro en los relatos cortos de carácter histórico, que aborda mostrando los hechos y sin entrar en los procesos psíquicos de sus personajes.
En El amuleto hay muchas cosas: amistad, honor, amores apasionados, tensión, aventuras… De fondo están las intenciones del autor de mostrar la historia como un campo de batalla y su deseo de una convivencia pacífica entre católicos y protestantes. Con un estilo cuidado y solemne, Meyer busca distanciarse de lo narrado y hacer una presentación desapasionada de los hechos: deja la indignación a las reacciones explosivas de unos personajes que, sin embargo, son hospitalarios y cordiales. La cuidada edición de la novela añade notas históricas aclarativas, necesarias para desenmarañar unos sucesos complejos, pero que pueden desanimar a ciertos lectores, para quienes puede ser un buen consejo que disfruten con el relato primero y, si lo desean, busquen precisiones históricas después.
¡Sólo una pequeña oración!
Una de las memorables escenas de El amuleto es el duelo del protagonista con el provocador conde de Guiche. Cuando Boccard practica esgrima con Schadau, se da cuenta de que no podrá contra un espadachín tan hábil como el conde.
«—[…] Tan sólo hay un medio para salvarte. Encomiéndate a Nuestra Señora de Einsideln, y no me reproches que eres protestante, ¡una vez no importa! ¿No le conmoverá el doble que uno de los renegados ponga la vida en sus manos? Para tu salvación tienes ahora tiempo de rezar muchos avemarías y, créeme, ¡la Virgen milagrosa no te abandonará! Domínate, querido amigo, y sigue mi consejo.
—¡Déjame en paz, Boccard! —repuse enojado por su caprichosa exigencia, pero conmovido por su amor.
Sin embargo, siguió insistiéndome aún un rato. Luego dispusimos lo necesario para el día siguiente y se despidió.
En la puerta se volvió otra vez y dijo:
—¡Sólo una pequeña oración, Schadau, antes de dormir!»
2 mayo, 2008