Escritor británico. 1882-1956. Nació en Londres. Su padre era maestro. Estudió en Cambridge. Se dedicó al periodismo en Londres, escribió en la revista de humor Punch, fue autor teatral. Murió en Hartfield, Sussex.
El mundo de PuffDos ediciones con los dos libros.
Una se titula
El mundo de Puff (Winnie the Pooh, 1926, y The house at Pooh Corner, 1928) y está en Madrid: Anaya, 1989; 255 pp.; col. Laurín; ilust. de
Boris Diódorov; trad., apéndice y notas de José Mª G. Holguera; ISBN: 84-207-3441-1; agotado.
Otra, titulada
Historias de Winny de Puh, está en Madrid: Valdemar, 2015; 384 pp.; col. El Club Diógenes; ilust. de
E. H. SHEPARD; trad. de Isabel Gortázar, de la primera parte, y de Juan Ramón Azaola, de la segunda; ISBN: 978-8477028161. [
Vista del libro en amazon.es]
Cada uno de los dos libros se compone de diez historias. El protagonismo corre a cargo del hijo de Milne, Christopher Robin, y de sus animales de trapo: el osito Puff, el miedoso Porquete, el intelectual Búho, el atareado Conejo, la hiperactiva Cangu y su entusiasta hijo Bebero, el cenizo burro Iyoro; y en el segundo libro se une al grupo el fanfarrón Tigro. Al principio de cada episodio se presentan los personajes, se dan algunos rasgos psicológicos, y luego empieza la narración de algún pequeño incidente o aventura, que siempre es algo tan «normal» como pasear o jugar, y que finaliza con el capítulo.
Milne tomó sus personajes de la vida misma: observando el modo en que su hijo trataba con sus juguetes, y cómo su esposa les iba dando también sus voces características. «Yo, más que inventarlos, los describí. Sólo Conejo e Iyoro salieron enteros de mi pluma», dirá Milne. Son, obviamente, historias para niños, que reconocen en ellas su propio mundo y que disfrutan con las situaciones y muchos de los juegos de palabras que contienen. Pero no sólo los niños valoran las historias de Puff. Por una parte, hay quien las señala como algunos de los textos con más calidad literaria que se han escrito en inglés y, de hecho, algunas expresiones pueden requerir explicaciones para el lector pequeño. Por otra, es muy penetrante cómo se dibujan las peculiares relaciones de afecto y complicidad que se crean entre los niños y sus juguetes. Y existen otros niveles de lectura: el tono sentimental positivo no impide la ironía que apunta contra determinados modos de comportamiento, la elección de poner algunas expresiones con mayúsculas responde a una expresa voluntad que a veces es humorística, como la de subrayar la ingenuidad del comentario, y a veces pretende contrastar la mirada que teníamos en el pasado con la que tenemos ahora… Algo muy explícito en el simbólico adiós a la infancia del final: «Vayan donde vayan y suceda lo que suceda en el camino, un niño y su Oso estarán siempre jugando en ese Lugar Encantado de la parte más alta del Bosque».
La influencia posterior de los libros de Milne será muy grande. Aunque años antes de su publicación ya se habían popularizado los ositos como juguetes para los niños, se puede decir que Pooh está en el origen de todos los ositos que poblarán tantos relatos infantiles (como la serie OSITO, de MINARIK, por señalar quizá el más sobresaliente); en el origen de tantísimas historias sobre las relaciones afectivas de los niños con sus juguetes. Además, Milne abrió una nueva puerta en la literatura infantil-juvenil al concebir los textos e ilustraciones de su obra como un todo; y dejó constancia de su buen juicio, a la vez que señaló un estándar de calidad para el futuro, al escoger como dibujante a E. H. SHEPARD.
Cuando todos hacen algo para ayudar
Christopher Robin y sus juguetes hacen una expedición. Llegan a la orilla de un riachuelo.
«Porquete estaba echado de espaldas, durmiendo como un bendito. Bebero se estaba lavando la cara y las manos en la corriente, mientras Cangu le explicaba muy orgullosa a todo el mundo que era la primera vez que se lavaba la cara solo, y Búho le contaba a Cangu una Anécdota Interesante llena de palabras largas como Enciclopedia y Rododendro, a la que Cangu no prestaba la más mínima atención. […] De repente se oyó un fuerte chillido de Bebero, y un fuerte grito de Cangu, asustada.
—Eso pasa por lavarse tanto, dijo Iyoro.
—¡Bebero se ha caído! —gritó Conejo, y él y Christopher Robin volvieron corriendo a rescatarlo.
—¡Mirad como nado! —chillaba Bebero desde el centro de un remanso, y de pronto la corriente lo arrastró hasta el siguiente remanso.
—¿Estás bien, Bebero, cariño? —gritó Cangu con la voz cargada de ansiedad.
—Sí —dijo Bebero—. ¡Mira cómo nad…! —y, por un salto de agua, la corriente lo arrastró hasta el siguiente remanso.
Todos estaban haciendo algo para ayudar. Porquete, de pronto completamente despierto, saltaba y repetía el “¡Ah, vaya por Dios!” de rigor. Búho explicaba que en el caso de una Inmersión Repentina y Temporal, lo Importante era mantener la Cabeza por Encima del Nivel del Agua. Cangu saltaba a lo largo de la orilla diciendo: “¿Estás seguro de qué estás bien, Bebero, cariño?”, a lo que éste respondía, desde el remanso en que se encontraba: “¡Mira cómo nado!”. Iyoro se había dado la vuelta y había metido el rabo en el primer remanso en que Bebero cayó y, dando la espalda al accidente, refunfuñaba por lo bajo, y decía: “¡Tanto lavarse! Pero agárrate a mi cola, Bebero, y no te pasará nada”»…
Modos de estar en la vida
Es interesante notar cómo cada uno de los personajes representa un modo de estar en la vida. Personalmente, me hacen mucha gracia Conejo, «que nunca dejaba que le sucedieran las cosas, sino que siempre se adelantaba a buscarlas»; y, sobre todos, el viejo y cenizo burro gris Iyoro, cuyos comentarios son siempre del tipo «con los Accidentes no se sabe. Nunca se tienen antes de tenerlos», y que «a veces pensaba con tristeza: “¿Por qué?”, y a veces pensaba: “¿Para qué?”, y en ocasiones pensaba: “¿En qué medida?”, y a veces no sabía muy bien en qué estaba pensando». Pero hay una ocasión en que Porquete, que se ve aislado por una lluvia que dura y dura, y tiene que dedicarse a pensar cómo escapar, hace un análisis de cómo es cada uno de sus colegas: «Fíjate en Puff. Puff no tiene mucha Cabeza, pero nunca le sucede nada desagradable. Hace tonterías y le salen a derechas. Fíjate en Búho. Búho no se puede decir que tenga Cabeza, pero Sabe Cosas. El sabría Lo que Hay que Hacer cuando uno está Rodeado de Agua. Ahí tienes a Conejo. No ha Leído Libros, pero siempre puede Inventar un Plan Inteligente. Ahí tienes a Cangu. No es muy Inteligente, eso no, pero estaría tan preocupada por Bebero que se le Ocurriría Lo Que Hay Que Hacer sin tener siquiera que pensarlo. Y fíjate en Iyoro. Iyoro es tan triste, de todos modos, que esto no le importaría lo más mínimo. Pero me pregunto qué haría Christopher Robin».
Otro libro: El misterio de la casa roja.
21 febrero, 2007