Ilustradora norteamericana. 1917-2000. Nació en Brooklyn, Nueva York. Su madre fue artista. Ella estudió Arte, Litografía y Grabado. Empezó a ilustrar libros en 1940. Autora versátil y prolífica, a lo largo de su vida publicó más de cien libros, cambiando con frecuencia de técnicas pictóricas. Falleció en Portland, Maine.
Ox-Cart ManTexto de
Donald Hall. Nueva York: The Viking Press, 1983; 40 pp.; ISBN: 0-14-050441-9. [
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Vida diaria de un campesino del siglo XIX en una granja de New Hampshire. En sucesivas ilustraciones se le ve cosechar, esquilar las ovejas y realizar otras tareas del campo, ayudado por su hijo, mientras a su mujer y a su hija se las ve tejer y realizar otros trabajos. Hasta que un día lleva todo lo que han producido al mercado de Portsmouth, donde vende todos sus productos, incluido el carro y el buey, y vuelve para empezar el año de nuevo.
La señorita EmiliaCaracas: Ekaré, 1992; 32 pp.; trad. de Carmen Diana Dearden; ISBN: 980-257-110-5.
Siendo niña, Carmen Emilia vivía en una ciudad junto al mar, y su abuelo, que tallaba mascarones de proa para los barcos, le dice que, cuando sea mayor, además de visitar otros países y vivir al lado del mar, debe «hacer algo para que el mundo sea más hermoso». Ella no sabe qué puede ser eso, pero lo averigua cuando, después de haber sido bibliotecaria y viajar por todo el mundo, se retira para vivir en una casa junto al mar: y cambia todo el paisaje de los alrededores plantando lupinos por todas partes.
Ilustraciones luminosas, realistas aunque característicamente angulosas y como estáticas, que intentan reflejar con fidelidad tanto los ambientes exteriores como interiores, que la autora tomó, en el caso de La señorita Emilia, de la casa de su abuela. En Ox-Cart Man, la autora las realizó pintando sobre madera según técnicas antiguas, y en La señorita Emilia con pinturas acrílicas y lápices de colores. Están combinados con acierto los distintos tamaños de las ilustraciones y bien pensadas las formas de integrar los textos en el conjunto de las dobles páginas.
Las historias son bonitas y positivas. Ambas coinciden en dar cuenta de la continuidad de la vida, en intentar mostrar la belleza de la naturaleza, en hablar de lo cotidiano y a la vez de sueños para el futuro. El álbum de La señorita Emilia, el primero de una trilogía en cierto modo autobiográfica que la autora compuso al final de su vida, es también como un homenaje indirecto a un personaje característico en la vida y la literatura norteamericana: el de la bibliotecaria que a diario trabaja «para que el mundo sea más hermoso».
2 febrero, 2006