Escritor norteamericano. 1914-1999. Nació en Lexington, Virginia. Profesor de historia en Kent School, Connecticut. Después de Trueno, su primer libro, escrito sin intención de que fuera un relato juvenil, publicó varios más que no tuvieron el mismo eco. Falleció en Kent, Connecticut.
TruenoLeón: Everest, 2003, 7ª impr.; 104 pp.; col. Punto de Encuentro; trad. de Daniel Santacruz; ISBN: 84-241-3187-8. [
Vista del libro en amazon.es]
Sur de los EE.EE., a finales del siglo XIX, después de la Guerra de Secesión. Familia de aparceros negros. Acuciado por el hambre, el padre roba comida y es detenido. El perro, Trueno, intenta defenderle, pero es herido y huye al bosque. El hijo —el niño, en toda la primera parte de la novela; el muchacho, en la segunda—, ha de aprender a vivir sin su padre y sin su perro, esperando siempre su regreso…
Narración conmovedora, positiva y esperanzada, pero realista y dura. Con estilo cortado y frases encajadas unas en otras como piezas de un puzzle, el autor introduce al lector en el mundo interior del chico protagonista: «Odiaba el viento frío. Se metía por la ropa, congelaba su cuerpo y le hacía tiritar. Confiaba en que el viento no soplara mañana en el bosque, pues entonces haría ruido. Al niño le gustaba el bosque cuando estaba silencioso. El entendía el silencio. Podía oír cosas cuando todo estaba quedo. Pero el silencio era más llevadero en el bosque que en la cabaña. En el silencio de la cabaña no oía cosas. Los silencios de la cabaña eran largos y tristes». Es veraz la descripción de los sentimientos del chico: «El niño odió al hombre de la cara roja con el mismo odio ciego, pero impotente, que había sentido al ver a su padre encadenado, al ver cómo le disparaban a Trueno». Su vida se orientará cuando un maestro bondadoso se interesa por él y se ofrece a enseñarle a leer.
Trueno ha sido una novela discutida: hay quienes piensan que no es suficientemente reivindicativa, y que contar la historia sin dar nombres es una forma de afirmar la supremacía blanca… Fuera de la controversia interna norteamericana, esta polémica parece absurda: Armstrong cuenta una historia y lo hace muy bien; provoca en el lector una reacción de rechazo hacia cualquier injusticia y la lleva por cauces de lucha sin odio; y además sabe darle alcance universal.
Referencias estables
Son tantos los relatos que ofrecen el cine y la literatura actuales que, en la mente y el corazón de los chicos, los héroes son sustituidos enseguida unos por otros. Además, como las cualidades que ejemplifican no son sólidas y estables, su capacidad de pervivir es todavía menor. Sin embargo, las referencias que el protagonista de Trueno conservará durante toda su vida, como muchos hombres anteriores y posteriores a él, son las historias que su madre le ha ido contando desde pequeño, todas ellas basadas en los personajes de la Biblia. Así, cuando el chico quiere ir a buscar a su padre, pero su madre teme su marcha, él le responde así: «—¿Por qué tienes tanto miedo de que vaya? —preguntó él, ahora que ya tenía edad suficiente para replicar a su madre—. En las historias de la Biblia, todos emprenden largos viajes. Abraham hace un largo viaje. Jacob va a una tierra extraña donde vive su tío y, aunque no sabe donde está, le encuentra fácilmente. José emprende el viaje más largo de todos y corre muchos peligros, pero el Señor le protege. En los viajes de las historias de la Biblia, ningún viaje se hace sin esperanza. Todos encuentran lo que buscan».
31 enero, 2006