52 – Relatos sobre niños y jóvenes en la Segunda Guerra Mundial.

 

RELATOS SOBRE NIÑOS Y JÓVENES EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

En la introducción a la selección de relatos sobre la muerte dije que no incluía en esa selección las novelas sobre guerras. Dije también, en la introducción a las novelas históricas que también dejaba para otra ocasión, con algunas excepciones, las que tratan sobre o están relacionadas con la segunda Guerra Mundial (con alguna excepción), pues son muchas.

Así que, en esta selección dejo de lado libros que tratan sobre otras guerras del siglo XX, y comento sólo algunos acerca de la Segunda Guerra Mundial. Casi todos son novelas pero también hay relatos autobiográficos. Casi todos pueden considerarse juveniles en el sentido de que tienen chicos o chicos en el centro de la trama. Los que no los tienen, son, en cualquier caso, buenas lecturas para jóvenes. No hay ningún libro de los que tratan las acciones de guerra como si fueran aventuras, aunque uno sí tiene un punto de thriller bélico.

Pensé si incluir unos relatos excelentes como Carrie’s War (1973), de Nina Bawden, y Goodnight Míster Tom (1981), de Michelle Magorian, pues ambos tratan sobre chicos ingleses evacuados por causa de la guerra, pero las excluí de esta selección porque las novelas se centran más en la maduración de los protagonistas y esta no depende de lo que ocurre durante la guerra. También irán en otra relación libros como Sadako quiere vivir (1975), de Karl Bruckner, Hiroshima (1946), de John Jersey, y Requiem por Nagasaki (1988), de Paul Glynn.

1938. Paradero desconocido, Catherine Kressman Taylor. Relato corto sobre una amistad traicionada. Es una historia epistolar que presenta la correspondencia entre dos amigos a partir de 1932: un judío que vive en San Francisco y un alemán que ha regresado a su país después de vivir unos años en Estados Unidos. El primero pasó su juventud en Alemania y es propietario de una galería de arte, y el segundo, su socio, con el paso de los años se hace nazi. La fuerza de la narración está en lo creíble que resulta la evolución de las cosas y en su capacidad de agitar por dentro al lector.

1941. El silencio del mar, Vercors. Segunda Guerra Mundial, un pueblo de la Francia ocupada por los alemanes. Un culto y cortés oficial alemán se aloja en una casa habitada por un anciano y su sobrina, que no hablan al alemán por más que este se comporta siempre con gran respeto. Relato que tuvo una gran resonancia política cuando se publicó, durante la misma guerra. Según su autor, intentaba ser un testimonio sobre la posibilidad de resistir y luchar sin odio y una denuncia de la complicidad en la barbarie de quienes obedecen con ciega buena intención.

1941. La gansa blanca, Paul Gallico. Un pintor jorobado vive solo en un faro situado en la Gran Marisma de Essex hasta que, un día, una niña llamada Fritha le trae una gansa blanca herida y él la cura. Los años pasan y, cada vez que la gansa vuelve de Canadá, Fritha también vuelve y va conociendo más al pintor. En 1940, el pintor atraviesa con su barca el canal para intentar salvar a los soldados ingleses atrapados en las playas de Dunkirk. Relato emocionalmente intenso con un gran desenlace.

1946. El pianista del gueto de Varsovia, Wladyslaw Szpilman. Memorias de la segunda guerra Mundial que vivió el narrador, redactadas nada más terminar y publicadas en 1946. El libro fue pronto retirado de circulación por las autoridades polacas. Esta versión fue publicada en alemán en 1998 e incluye extractos del diario del capitán alemán Wilm Hosenfeld, quien aparece al final de la historia de Szpilman. También contiene un epílogo final del poeta alemán Wolf Biermann que, a petición de Szpilman, aclara más aspectos de la historia de Szpilman y de Hosenfeld. Szpilman no juzga ni muestra deseos de venganza, sino que simplemente pone delante del lector los sucesos de su vida en aquellos años terribles.

1947. Diario, Ana Frank. Entre los libros que dan testimonio del espanto que supusieron la persecución nazi y los campos de concentración y exterminio, es imprescindible citar este diario que Ana Frank escribió, con trece años, contando los meses en que vivió escondida con su familia en un local de Amsterdam, desde 1942 hasta 1944.

1947. El arpa birmana, Michio Takeyama. Única novela de su autor. Cuenta un incidente de los últimos días de la segunda Guerra Mundial, en Birmania. Cuando una compañía japonesa con gran afición a cantar cae prisionera, su cabo Mizushima, una persona de gran humanidad, es enviado por el mando inglés a una misión de la que no regresa. Narración que atrae por el exotismo de sus escenarios, de sus protagonistas y de su argumento. Aunque suene algo simplista el modo en que se subrayan cuestiones como el poder de la música o la importancia de un patriotismo bien enfocado, los méritos del relato están por encima de las objeciones, aparte de que tal vez no esté de más que se insista en esas cosas y en otras, como la piedad hacia los difuntos.

1952. El puente sobre el río Kwai, Pierre Boulle. En Tailandia, los ingleses de un campo de prisioneros aceptan construir un puente a las órdenes del coronel Nicholson y sus propios oficiales. A la vez, es enviada una unidad de saboteadores con la misión de volar el puente. La ironía de Boulle apunta contra el imperialismo inglés representado en Nicholson: un hombre valeroso pero «parapetado en la certeza de la superioridad de los hombres de su raza».

1952. Twenty and Ten, Claire Huchet Bishop. Historia basada en un hecho real: en una casa de montaña de un pueblo francés, el año 1944, viven veinte niños y niñas con una religiosa, Sister Gabriel. Janet, una de las niñas, habla de qué ocurrió cuando llegaron diez niños más, judíos, que debían esconderse con ellos. El relato tiene gancho, es el primero de los que presentan niños en escenarios de la segunda Guerra Mundial, y tiene un encanto especial debido al modo en que se nos cuenta: Janet lo hace con soltura, dejando ver su admiración por Henry, el chico líder, y los pequeños celos que siente de Denise, otra chica.

1953. El sargento en la nieve, Mario Rigoni. Relato, en primera persona, de la retirada del ejército italiano de Rusia en 1943. El autor, entonces sargento mayor de un regimiento de alpinos, al mando de un pelotón de ametralladoras, narra con sencillez y claridad los hechos tan alborotados de una retirada en la que se suceden los enfrentamientos y las bajas. No faltan toques de buen humor y es encomiable el tono, lleno de respeto y humanidad, con que se narran los momentos más dolorosos.

1955. La increíble caminata, Slavomir Rawicz. Relato que, cuando se publicó, se hizo pasar como un testimonio de sucesos verídicos, pero luego no han podido comprobarse. Desde 1939, el narrador y protagonista pasa un año de interrogatorio en interrogatorio por varias cárceles. En 1940 es sentenciado a 25 años de trabajos forzados en Siberia y, desde allí, él y otros seis compañeros huyen hacia el Sur hasta que, después de un año de penalidades, tres llegan a la India. Todo sucede rápido, casi sin pausas: el narrador cuenta lo que va ocurriendo en cada momento y las dificultades que sufren que, ocasionalmente, se ven aliviadas por encuentros con los nativos mongoles y tibetanos.

1955. Tan lejos como los pies me lleven, Josef Martin Bauer. Relato basado en un hecho real: un oficial del ejército alemán, prisionero de los rusos en unas minas en Siberia, huyó en 1949 atravesando Siberia, viviendo temporadas en poblados de nativos y en compañía de otros cazadores fugitivos, hasta que logró llegar a Teherán y ser repatriado en 1952. Son excelentes las descripciones del trabajo y del entramado de relaciones humanas en las minas y también son magníficas las páginas del vagabundeo por la estepa siberiana.

1956. The Silver Sword, Ian Serrailler. Comienza en Varsovia, durante la segunda Guerra Mundial y sigue las peripecias de la familia Belicki, formada por los padres y tres hijos, Ruth, la mayor, de 13 años, Edek, de 11, y Bronia, de 3, que sufren distintas separaciones hasta que, terminada la guerra, pueden reunirse de nuevo en Suiza. Relato emotivo basado, no sé hasta qué punto, en hechos reales. La perspectiva que se transmite al lector es la de los chicos, en especial la de Ruth. El autor, pacifista convencido, evitó narrar maldades de nadie y acciones violentas o de combate que sonaran heroicas, y puso el acento en el mérito de la generosidad y de la preocupación por los demás, sobre todo por medio de Ruth, una heroína consistente.

1960. Reencuentro, Fred Uhlman. Alemania, 1932. El narrador, judío, cuenta su amistad juvenil con un rico aristócrata, Konradin. La separación entre los dos amigos, con ocasión de la irresistible progresión de la ideología nazi, terminará con un «reencuentro» al cabo de muchos años. Novela que, sobre todo, se centra en la fuerza con la que puede brotar la amistad entre dos jóvenes. Pocos relatos tienen un mejor final. El autor escribió, años después, Un alma valerosa, los mismos hechos desde la perspectiva de Konradin.

1962. Año de lobos, Willi Fährmann. Polonia-Alemania, 1944. La familia Bienmann ha de abandonar Jedilchen, un pueblo situado en Prusia Oriental, ante la progresión hacia el Oeste del ejército ruso. Konrad, doce años, es el mayor de los hijos. El invierno es un personaje más en la huida. Historia testimonial sencilla cuyo dramatismo se impone sin énfasis alguno. Fährmann escribe con frases cortas y muchos diálogos, desarrolla con agilidad la acción, compensa las escenas de sufrimiento con las pequeñas alegrías cotidianas, y subraya con naturalidad las cualidades de sus protagonistas.

1966. Boris, Jaap ter Haar. Leningrado, diciembre de 1942. Boris, doce años, pierde a su padre. Su madre quiere que se vaya de la ciudad. Para evitarlo, Boris intenta conseguir comida junto con su amiga Nadia, dos años mayor que él. En su expedición entran en contacto con soldados alemanes. El sufrimiento en la situación límite que viven Boris, Nadia y sus familias, está narrado con sobriedad. El autor integra con acierto los recuerdos y los ensueños de Boris en el transcurso de la acción. El relato muestra la maduración de Boris: los sucesos que vive le conducen a superar el odio y a tener una comprensión más profunda de la vida.

1968. La estepa infinita, Esther Hautzig. Muchos años después, la escritora, de origen polaco-judío, recuerda su estancia de cinco años en Siberia durante la segunda Guerra Mundial, cuando era una niña. La irrupción de los soldados en su vivienda, el espantoso viaje con sus padres y su abuela, los trabajos que todos tuvieron que desempeñar, las viviendas que ocuparon, las escuelas a las que asistió, etc. Relato bien escrito, con viveza y buen humor, con acentos positivos que renacen una y otra vez en medio de la dureza de las situaciones que han de vivir tanto Esther y su familia como mucha otra gente.

1971. Cuando Hitler robó el conejo rosa, Judith Kerr. Cuando Hitler alcanza el poder, la familia de Anna, nueve años, huye de Alemania. Viven en Suiza, Francia e Inglaterra. Al final de su periplo, la simpática y optimista Anna, «a pesar de que sólo tenía once años, se sintió muy vieja y triste». El relato, autobiográfico pero no contado en primera persona, es lineal y se presenta desde la perspectiva de Anna: una chica que va teniendo una conciencia cada vez mayor de las dificultades por las que atraviesan sus padres y ella misma. Los sucesos se narran con simpatía, visión positiva, y entusiasmo por la unión y el calor familiar.

1973. Un saco de canicas, Joseph Joffo. París, año 1941. Dos chicos judíos, Joseph y Maurice, de diez y doce años, deben atravesar Francia solos para reunirse con sus padres y hermanos en Marsella. En todo momento deberán negar su condición de judíos. El narrador es un Joseph adulto, que va recordando todo con su visión de chico que va creciendo según avanza la guerra. Su relato tiene un estilo suelto y fluido. Tiñe los acontecimientos más dramáticos de buen humor y sentido positivo, muestra tanto la tragedia como el valor y la bondad de muchas personas, y hace verosímil su proceso de aprendizaje y maduración.

1981. Una isla entre las ruinas, Uri Orlev. Segunda Guerra Mundial, gueto judío de Varsovia. Alex tiene once años. Su madre desaparece. Su padre es «seleccionado» por los alemanes para ir a un destino desconocido. Según los planes que habían preparado si eso sucedía, Alex le espera dentro de una casa cercana, ahora en ruinas. Recreación singular de Robinson Crusoe. Narración ágil y tensa. Orlev imprime un sello vitalista a sucesos tan trágicos y sabe introducir al lector en la mente de Alex, un chico reflexivo que va formando su propio criterio al procurar asimilar los mensajes contradictorios que recibe.

1986. Muletas, Peter Härtling. Al final de la guerra, Thomas, un chico de trece años perdido en Viena cuando se ha separado de su madre, entra en relación con un hombre cojo, Muletas, que le guía para que pueda volver a encontrarla. Más tarde llegará el momento en el que será Thomas quien ayude a Muletas. Relato que pone de manifiesto, a la vez, la miseria de la posguerra y la ayuda de unas personas a otras en condiciones extremas.

2001. Malka Mai, Mirjam Pressler. La doctora polaca Hanna Mai, judía, debe huir precipitadamente y las circunstancias la obligan a dejar a la pequeña Malka con unos campesinos que se comprometen a llevársela en tren al cabo de pocos días. Se dibujan bien los dos principales conflictos: el de Hanna y el de Malka.

2010. Paz, Richard Bausch. Italia, 1944, cuando una patrulla norteamericana de reconocimiento repele un ataque, el sargento mata, tal vez innecesariamente, a una mujer. A continuación, ordena al cabo Marston y a dos soldados que, guiados por un italiano sospechoso, se adelanten para inspeccionar el terreno. La novela cuenta sólo esa noche: la marcha penosa de los cuatro hombres con un tiempo que va empeorando, el temor de los americanos a que el italiano les traicione y a que un francotirador les alcance; y, sobre todo, sus agrias discusiones sobre si han de denunciar o no a su sargento por la muerte que presenciaron.


10 agosto, 2017
Imprimir

Comments are closed.