La última y definitiva pregunta que Tolkien trata de responder en Sobre los cuentos de hadas es la de cuáles son los valores que ofrecen los relatos de Fantasía. En su opinión son los de Renovación, Evasión y Consuelo, tres reparaciones en el alma que, por regla general, «necesitan los niños menos que los adultos».
«La Renovación (que incluye una mejoría y el retorno de la salud) es un volver a ganar la visión prístina, ver las cosas como se supone o se suponía que debíamos hacerlo, como objetos ajenos a nosotros. Necesitamos limpiar los cristales de nuestras ventanas para que las cosas que alcanzamos a ver queden libres de la monotonía del empañado cotidiano o familiar, y de nuestro afán de posesión».
«Los cuentos de hadas, naturalmente, no son el único medio de renovación o de profilaxis contra el extravío. Basta con la humildad. Y para ellos, en especial, para los humildes, está Mooreeffoc [coffe room al revés], es decir, la Fantasía de Chesterton, tal como Dickens la vio un oscuro día londinense. Chesterton lo usó para destacar la originalidad de las cosas cotidianas cuando se nos ocurre contemplarlas desde un punto de vista diferente del habitual. Cabe decir que tal modo de ver las cosas sólo tiene un poder limitado, por cuanto su única virtud es la de renovar la frescura de nuestra visión. Mooreeffoc no puede lograr más que eso: actuar como un telescopio del tiempo enfocado sobre un solo punto. La fantasía creativa, por cuanto trata fundamentalmente de hacer algo más —de recrear algo nuevo—, es capaz de abrir nuestras arcas y dejar volar, como a pájaros, a los objetos allí encerrados».
Sigue Tolkien: «La Fantasía se saca del Mundo Primario, pero un buen artesano ama sus materiales y posee el conocimiento y la intuición de la arcilla, la piedra o la madera que sólo el arte de trabajarlos puede proporcionar. Y es una realidad que los cuentos de hadas (los mejores) tratan amplia o primordialmente de las cosas sencillas o fundamentales que no ha tocado la Fantasía; pero estas cosas sencillas reciben del entorno una luz particular. Porque el narrador que se permite ser “libre” con la Naturaleza puede ser su amante, no su esclavo. Fue en los cuentos de hadas donde yo capté por vez primera la fuerza de las palabras y el hechizo de cosas tales como la piedra, la madera y el hierro, el árbol y la hierba, la casa y el fuego, el pan y el vino».
J. R. R. Tolkien. Árbol y Hoja (Tree and Leaf: incluye el cuento Hoja de Niggle y el poema “Mythopoeia”, 1988); Barcelona: Planeta-Agostini, 2002; 152 pp.; prólogo de Christopher Tolkien; trad. de Julio César Santoyo, José M. Santamaría y Luis Domènech; ISBN: 84-395-9786-X.