Para insistir en lo dicho en Nuestro mayor riesgo, pongo un párrafo de John Luckacs: hay «una concepción errónea de la historia que presupone en el historiador la capacidad de establecer, mediante el correcto empleo de los métodos de su ciencia, una precisa reconstrucción del pasado y de sus actores, estableciendo conclusiones acerca de una porción de la historia cuyo carácter, a partir de ese momento, resulte definitivo, inmutable y perenne. No hay tal cosa. No sólo es que la Historia, al contrario que el Derecho, exponga a sus estudiosos a una amenaza múltiple, esto es, a la tentación de repensar y reenjuiciar, una y otra vez, la información y el significado de lo acontecido y de quienes lo protagonizaron. El más importante (y esta vez sí, perenne) deber del historiador es evitar que prevalezcan las falsas verdades, porque perseguir la verdad equivale con frecuencia a una lucha por abrirse paso en la jungla de los sentimientos y la manipulación de los “hechos”. Entre estas manipulaciones y concepciones erróneas se encuadra la tendencia a considerar la mayor parte, cuando no la totalidad de la historia del siglo XX como un combate entre el capitalismo y el comunismo, o entre la “libertad” y el “mal”. (…) No debemos minusvalorar los efectos de dicha simplificación ideológica de la historia. Sólo unos pocos años después del término de la Segunda Guerra Mundial, se desató en los Estados Unidos una especie de revolución en el plano sentimental, en virtud de la cual el anticomunismo pasó a convertirse en un poderoso sustituto (y a menudo en un auténtico sinónimo) del patriotismo norteamericano. Treinta años después desembocó en la triunfalista presidencia de Ronald Reagan, quien, al cabo de treinta años de la muerte de Stalin, seguía llamando a la Unión Soviética “Imperio del Mal”, y equipó a los Estados Unidos para combatirla por tierra, mar, aire y espacio. Pocos años después, cuando el régimen comunista empezaba a resquebrajarse en Europa oriental, el mismo Reagan consideró conveniente revisar algunos de sus planteamientos».
John Lukacs. Junio de 1941. Hitler y Stalin (June 1941: Hitler and Stalin, 2006). México: Fondo de Cultura Económica y Madrid: Turner, 2007; 168 pp.; col. Norma; trad. de Ramón García; ISBN: 978-84-7506-785-8.