El concepto restrictivo de Cultura de Matthew Arnold, el de conocer lo mejor que se ha dicho y pensado, decía Chesterton que vale para la literatura pero no en general (Maestro de ceremonias). Lo entendemos mejor si pensamos en que «cultura» es la mitad de palabras como «agricultura» u «horticultura»: de ahí podemos concluir que cultura es el crecimiento sano de las ideas a partir de sus semillas originales y es la exploración de antiguas raíces profundas y vivas («Journalism and Culture», vol. XXIX, Collected Works, llustrated London News, 9 de noviembre de 1912). Y por eso «la verdadera tarea de la cultura no es hoy una tarea de expansión sino, muy señaladamente, de selección y de exclusión» (Lo que está mal en el mundo).
Para empezar, eso quiere decir que Cultura no es la cultura del turista, la de quien vive en los hoteles sin descubrir la nacionalidad de los camareros, o menos aún la de quien vive en Italia mucho tiempo sin descubrir la nacionalidad de los italianos, y menos todavía la de quien dice respetar a los italianos muertos pero no respeta a los vivos. Es de muy mala educación, además, visitar una sociedad como un submarinista que ve a los peces mientras es alimentado a través de un tubo que le trae aire de otra atmósfera y se dedica a ver las vistas sin respirar el aire. («The Aristocratic ‘Arry», A Miscellany of Men)
Luego, comprender en qué consiste la Cultura continúa por entender bien qué significa el progreso: «Si realmente existe algo que pueda llamarse progreso, debe significar, por encima de todo, el estudio cuidadoso de todo el pasado y su incorporación» (Herejes). Pues «el gran ensueño democrático, como el gran ensueño medieval, ha sido, en un sentido riguroso y práctico, un ensueño no realizado. (…) El mundo está lleno de ideales inconclusos, de templos sin terminar. La historia no se compone de ruinas deshechas y tambaleantes, consiste más bien en palacios a medio hacer, abandonados por un constructor en bancarrota. Este mundo se parece más a un suburbio en proyecto que a un cementerio desierto» (Lo que está mal en el mundo).
Esta situación sólo se puede abordar actuando como Robinson Crusoe que, para construir su granja, volvió a menudo a los restos del naufragio para conseguir las cosas que necesitaba. Pues nosotros, por la misma razón que retrocedemos en la vida ordinaria, porque nos hemos dejado algo atrás, si queremos construir una nueva civilización debemos buscar lo que necesitamos en las ruinas de la vieja civilización («On Wordsworth», Avowals and Denials). A ciertas objeciones que algunos ponen a esto se les puede replicar que mirar al pasado con aires de superioridad es «la más estúpida de todas las superioridades: la de la simple aristocracia del tiempo», y que afirmar que las cosas viejas nos oprimen resulta ridículo pues son solamente las modernas las que pueden hacerlo (George Bernard Shaw).