Decía Chesterton en El Camino de la Cruz que si la Pasión y Muerte de Jesucristo no fue un accidente sino «la agonía divina que exigía la restauración del mundo, entonces no es en modo alguno ilógico que tal lamento (y tal júbilo) dure hasta el final de los tiempos». Y continuaba: «El escéptico, que es también el sentimental, se enreda en este juego de argumentaciones. Se limita a decir que si la Pasión fue lo que él cree que fue, estamos muy equivocados al tratarla como pensamos que fue. Ciertamente, si Cristo no poseyera la esencia de la omnipotencia, no tendría sentido señalar la paradoja de su impotencia. Pero no estamos dispuestos a admitir nuestro error, sencillamente porque nuestra versión de la historia es la única que tiene sentido. Es totalmente cierto que ha habido una insistencia verdaderamente terrible sobre ese punto, cosa que nos parece muy comprensible. Se ha puesto mucha energía en ello; en resaltar el tema de la corona de espinas y en el martilleo de los clavos. Pero no nos vamos a unir a la opinión de ese crítico que se queja por tales detalles sin molestarse en ir al fondo de la cuestión. (…) [Más aún: insistiré en que] la misma repetición y realidad del tema depende del dogma que algunos considerarían muy dudoso, o de los detalles que para algunos serían sumamente morbosos. (…) [Y recordaré que], tanto en el presente como en el futuro, La Pasión es [y será] lo que fue entonces, en el instante en que tuvo lugar; algo que asombró a la gente; algo que sigue constituyendo una tragedia para la gente; un crimen de la gente, y también un consuelo para la gente; pero nunca un simple suceso que tuvo lugar en un tiempo determinado y ya muy lejano. Y su vitalidad procede precisamente de aquello que sus enemigos consideraron un escándalo; de su dogmatismo y de su horror. Sigue viva porque encierra la historia asombrosa de quien sufre y se afana con su Creación (…) y porque las ráfagas huracanadas procedentes de aquellas negras nubes de muerte se han transformado en un viento de vida eterna que recorre el mundo; un viento que despierta y da vida a todas las cosas».