En The New Jerusalen están los artículos que tuvieron su origen en un viaje que Chesterton hizo a Tierra Santa, en las Navidades de 1919, invitado por un grupo de judíos sionistas que lo veían como un posible aliado para su causa.
Por un lado es un libro de viajes, colorista por sus descripciones de lugares y ambientes, y que respira el entusiasmo del autor ante la oportunidad de conocer los lugares donde vivió y murió Jesucristo. Chesterton saca partido a lo que le sucede y convierte los incidentes en parábolas: por ejemplo, la extraña casualidad de que nevara en Jerusalén los días que estuvo allí le llevó a «comprender la idea tras de la imagen» y a pensar en lo apropiado que es que la Navidad suceda en invierno y se represente con clima invernal pues «Cristo no es un sol de verano para los prósperos sino un fuego en invierno para los desafortunados». Además, dedica todo un capítulo, y múltiples observaciones incidentales, a «la filosofía del turismo», teniendo en mente sobre todo al excursionista occidental que pasa por alto que «Jerusalén es una pequeña ciudad con grandes cosas mientras la ciudad moderna media es una gran ciudad llena de pequeñas cosas». Señala que «una de las aventuras de viajar consiste no tanto en descubrir que los dichos populares son falsos como en averiguar que significan incluso más de lo que dicen»: uno sólo puede apreciar la fuerza de una frase cuando ve los hechos de los que ha nacido.
Pero, por otro lado, es un libro de análisis histórico-político que resulta clarificador para comprender un poco mejor los conflictos que ya entonces estaban incubándose. Aunque, antes de describir los grupos humanos que habitan Palestina, Chesterton se cura en salud y señala que sus comentarios no son los de quien los juzga, sino los de quien intenta presentar un rápido esbozo, como quien dibuja figuras y trajes en la calle, también se ve que conversó personalmente con las personas más relevantes del país para intentar ver todas las caras de la situación.
Califica el Islam de «religión del desierto», un lugar donde se pierde perspectiva y donde algunas verdades fundamentales se simplifican hasta el punto de que la primera verdad se acaba entendiendo como la última verdad: de ahí que la predicación exaltada de un solo Dios pueda terminar siendo inhumana. Además, afirma, «la filosofía del desierto sólo puede empezar una y otra vez. No puede crecer; no puede tener lo que los Protestantes llaman progreso y los Católicos llaman desarrollo»: de ahí que su evolución a peor acabe siendo una monomanía. Rebate los prejuicios que, sobre las Cruzadas, estaban presentes en las novelas populares de la Inglaterra victoriana, prejuicios que no eran tanto contra los cruzados como contra los cristianos y que llevaban a que, «en los peregrinos medievales cada inconsistencia es una hipocresía, mientras que en los modernos patriotas incluso una infamia es sólo una inconsistencia».
En cuanto a los judíos, a partir de su incuestionable vinculación histórica con Palestina, Chesterton afirmaba que las aspiraciones sionistas de tener una tierra propia le parecían un intento de solución razonable al problema real de los judíos europeos. Al mismo tiempo hace notar con cuidado las dificultades prácticas que veía para la convivencia futura entre todos los habitantes de Palestina y habla con preocupación del futuro. En el último capítulo, dedicado expresamente al sionismo, y que no le quisieron publicar como artículo en su momento, sale al paso de quienes le calificaban de antisemita por sus feroces críticas contra los grandes financieros judíos sin más interés que su propio beneficio (y, por supuesto, sin ningún interés en los desheredados de su propio pueblo). Una comparación que pone para ilustrar la posición de sus acusadores es la de que llamar a Shakespeare antisemita por su pintura de Shylock en El mercader de Venecia, es no haber entendido que el núcleo de su obra es la usura y no la judeidad de Shylock. Pero la polémica no terminará —pues la etiqueta era útil como medio para descalificar sus críticas sin necesidad de atender a si sus razonamientos eran correctos— y Chesterton volverá repetidas veces a esta cuestión en libros posteriores.
G. K. Chesterton. The New Jerusalem, 1920. Hay edición en castellano en Buenos Aires: Agape Libros, 2008, 365 pp.; traducción y notas de Horacio Velasco; ISBN: 978-987-640-005-3. Otra edición en castellano en Madrid: More ediciones, 2017; 360 pp.; trad. de Horacio Velasco; ISBN: 978-8494320743. [Vista de esta edición en amazon.es]