Goblins

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Goblins

Goblins, de Philip Reeve, es un relato de fantasía divertido y con unos personajes y un argumento bien construidos. Al principio se nos describen los escenarios: Tierras de Poniente, vetusta fortaleza de Rocahendida compuesta por un gran Torreón negro y siete torres de menor tamaño alrededor (Puntanegra, la más alta, Gorrarroja, Palestra, Malacara, Palique, Puntaumbría, Gruñidera). El protagonista principal es Skarper, un goblin de Puntanegra que, cuando empieza la historia, está cayendo desde lo alto de su torre porque ha sido arrojado de allí con una «lanzapulta». Según cae recuerda por qué ha ocurrido eso y entonces nos enteramos de que es un goblin algo especial, que ha aprendido a leer, que no es tan animal como sus colegas, etc. Más adelante conoce a un chico llamado Henwyn, un quesero de Adherak, que quiere ser un héroe, a una princesa ya un poco mayor que vive con un gigante y a tres magos menores que componen el llamado Cónclave Cibelino. Bien, además resulta que Skarper tiene un mapa que conduce al tesoro de que había acumulado en el Torreón su antiguo rey Lord Morgue.

El tono irónico es continuo, hay buenas descripciones, son muchas las escenas graciosas, los diálogos son ingeniosos, y abundan los seres raros —pues todo sucede cuando se han dado una serie de circunstancias que hacen que resurjan seres primigenios—. Una parte del relato ironiza con los deseos heroicos de Henwyn: «Los héroes de los cuentos nunca tenían tantos problemas para rescatar a la gente. ¿Cómo se supone que iba a matar a los monstruos, si los monstruos no le dejaban siquiera acercarse a ellos?». Otra parte, la más conseguida, tiene que ver con el carácter de Skarper, falso y tramposo como el de todos los goblins, pero cambiando a mejor cuando sus nuevos compañeros le tratan con amablidad; así, cuando un goblin pide clemencia durante un combate, Skarper interviene para decirle a Henwyn que no le haga caso, «¡no puedes creer nada de lo que te diga un goblin! Bueno, menos esto que te estoy diciendo, claro…».

Tampoco faltan consideraciones de más calado, sobre todo la de que un poder enorme puede corromper a cualquiera, pero hechas con el tono de broma que va bien con el relato. Por ejemplo, en un momento de su aventura, Henwyn «se preguntó qué pudo haber ocurrido para que un hombre [como Lord Morgue] hubiera acabado abrazando las fuerzas del mal. Fue entonces cuando la vocecita de su conciencia le susurró: “Tal vez empezara igual que tú: actuando a espaldas de sus amigos, guardando secretos en su propio beneficio…”

—Tienes razón conciencia —dijo Henwyn en voz alta».

Y cuando piensa en que Skarper no parece plantearse problemas así, también se le ocurre que, «al fin y al cabo, Skarper era un goblin; Henwyn no podía esperar que supiera distinguir entre el bien el mal. Pero él era un quesero de Adherak, y los queseros sí conocen bien esa distinción».

Philip Reeve. Goblins (2012). Madrid: Anaya, 2014; 255 pp.; trad. de Jaime Valero Martínez; ISBN: 978-84-678-6114-3. [Vista del libro en amazon.es]

11 septiembre, 2014
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