La idea mencionada, días atrás, de «ceñirse al canal», no se aplica sólo a los escritores sino también a los críticos. A la hora de valorar unos libros interesa conocer las fuentes, pero de ningún modo atribuir todo el mérito a lo bien que ha vendimiado en ellas el autor, como si fuera tan fácil. También puede ser útil conocer algunas circunstancias históricas del autor o de la composición de su obra, pero el juicio que la obra merece no depende casi nunca de las conjeturas que se suelen hacer, que normalmente son irrelevantes. Tampoco ayudan al lector, aunque sí le digan algo del crítico, los adjetivos calificativos o descalificativos que previenen a favor o en contra. Esto viene a cuento de comentarios leídos a propósito de C. S. Lewis y las Crónicas de Narnia.