No sé dónde, Elie Wiesel cuenta una historia rabínica en la que «Jehel, un joven muchacho, entró llorando precipitadamente en casa de su abuelo, el famoso Rabí Baruch. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras se lamentaba: mi amigo me ha abandonado, ha sido injusto y poco amable conmigo. Vamos, vamos, ¿no puedes explicármelo más despacio?, le preguntó el maestro. Sí, respondió el pequeño. Hemos jugado al escondite. Y yo me he escondido tan bien que mi amigo no ha podido encontrarme. Así pues, ha dejado de buscarme y se ha ido. ¿No ha sido antipático? El más bello escondite ha perdido su belleza porque mi amigo ha interrumpido el juego. En ese momento el maestro le acarició las mejillas, al tiempo que los ojos se le inundaban de lágrimas. A continuación dijo: sí, eso es muy poco cortés. Pero, ¿sabes?, lo mismo ocurre con Dios. Él se ha ocultado y nosotros no lo buscamos. Imagínate lo que esto significa: Dios se ha ocultado y nosotros no lo buscamos ni siquiera una vez. En esta pequeña historia se puede descubrir de modo manifiesto el sentido de la Navidad. Dios se oculta (…). Espera al hombre».
Feliz Navidad.
Joseph Ratzinger. Cooperadores de la verdad – Reflexiones para cada día del año (Mitarbeiter der Wahrheit – Gedanken für jeden Tag, 1990). Madrid: Rialp, 1991; 499 pp.; presentación, notas y trad. de José Luis del Barco; ISBN: 84-321-2744-2.