En el mundo del arte «se ha dicho muchas veces que los ochenta fueron una década de hype. El hype puede definirse como la administración de la desproporción: ocupa el hueco entre el logro estético y la fantasía cultural e hincha el primero apelando a la segunda. El hype es lo que sucede cuando a un artista vivo de veintitantos o treintaitantos años se le dedica una “retrospectiva” en un museo importante, como si él o ella formara ya parte de la historia del arte. El hype ocurre cuando un marchante convence al ansioso cliente de que compre obras todavía-no-pintadas del Genio X, porque todas las que ya ha pintado han ido a parar a manos de otros clientes más despiertos o que gozan del favor del marchante. El hype es la habilidad para mantener la olla periodística en ebullición con cuentos y rumores de precios que se disparan. El hype golpea una y otra vez en el punto donde le duele más al coleccionista contemporáneo de arte a la última: el temor a que el tren de primera salga sin él, con destino a la historia». Esto enlaza con el anuncio de las fechas de lanzamiento del próximo Harry Potter y con algo ya dicho: las mejores obras literarias no suelen estar bajo los focos.
Robert Hugues. Visiones de América: la historia épica del arte norteamericano.