Un thriller tiene tanto más tirón cuanto más está en juego en su argumento. Así, salvar al mundo de un inminente holocausto nuclear engancha más que la historia de un grupo de ladrones que intentan saquear un banco cualquiera. Una parte del éxito de El código Da Vinci, como el de otros libros en su estela esotérica, está en que funciona como una respuesta más a la pregunta que más inquietudes ha levantado a lo largo de la historia y que ya Jesucristo mismo formuló a sus Apóstoles: «¿Quién dice la gente que soy yo?».
Pero la novela de Dan Brown es una buena prueba de la inteligente afirmación de Wallace Stevens: elegir «un tema grandioso no es garantía de un efecto grandioso sino, más probablemente, de lo contrario». En fin, para quien tenga interés en ahondar en la cuestión de fondo, aparte de acudir a las fuentes, al Nuevo Testamento, un buen libro puede ser el de Bernard Sesboüé titulado Imágenes deformadas de Jesús (Jésus Christ à la image des hommes, 1977); Bilbao: Mensajero, 1999; 237 pp.; trad. de Juan Antonio Irazabal; ISBN: 84-271-2209-8.