El eje inmóvil de las grandes novelas

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A partir del análisis de distintas novelas —varias de Dostoievski, Don Quijote, Rojo y Negro…René Girard habla, en Mentira romántica y verdad novelesca, de la unidad de los finales de las obras grandes. Explica cómo, en cada ocasión, el héroe renuncia a la quimera que le insuflaba su orgullo y acaba triunfando en la derrota. Señala que «todos los finales novelísticos hacen pensar en el cuento oriental cuyo héroe se aferra con los dedos al borde de un acantilado; agotado, acaba por dejarse caer al abismo. Espera aplastarse contra el suelo pero el aire lo sostiene; la gravedad ha sido abolida». Apunta que todos estos finales de novela son como conversiones, que todos son comienzos y son «le temps retrouvé»: precisamente Proust también indicó que todos los grandes escritores han escrito la misma novela. Dice que Balzac, en el final de Cousin Pons, «resume, en pocas frases, las características esenciales de los finales de novela: el doble rostro de la muerte, el papel del dolor, el desapego de la pasión, el simbolismo cristiano y esta lucidez sublime, a un tiempo memoria y profecía, que proyecta una claridad igual sobre el alma del héroe y sobre el alma de los personajes restantes». En definitiva, dice, «son los propios novelistas, a través de la voz de sus héroes, quienes acaban por confirmar (que…) el mal está en el orgullo y el universo novelesco es un universo de endemoniados. El final es el eje inmóvil de esta rueda».

Por su lado Paul Ricoeur, en Tiempo y narración, habla de cómo «la configuración de la trama impone a la sucesión indefinida de los incidentes “el sentido del punto final”, el punto desde el que puede verse la historia como una totalidad. Esta función estructural del cierre puede discernirse, más que en el acto de narrar, en el de narrar-de-nuevo. De hecho, una nueva cualidad del tiempo emerge de comprender los episodios conocidos como conduciendo a ese fin». Y, a partir de «la reconsideración de la historia narrada, regida como totalidad por su manera de acabar», se abre «una alternativa a la representación del tiempo como transcurriendo desde el pasado hasta el futuro. Al leer el final en el comienzo y el comienzo en el final, aprendemos también a leer el tiempo mismo al revés, como la recapitulación de las condiciones iniciales de un curso de acción en sus consecuencias finales». Por eso, cuando un final es falso —no cuando es feliz, porque puede ser feliz—, la novela falla.

René Girard. Mentira romántica y verdad novelesca (Mensonge romantique et verité romanesque, 1961). Barcelona: Anagrama, 1985; 285 pp.; col. Argumentos; trad. de Joaquín Jordá; ISBN: 84-339-0078-1.
Paul Ricoeur. Tiempo y narración I. Configuración del tiempo en el relato histórico (Temps et Récit. L’histoire et le recit, 1983). Madrid: Cristiandad, 1987; 377 pp.; serie Libros Europa; trad. de Agustín Neira; ISBN: 84-7057-415-9.

19 febrero, 2010
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