Muchos libros infantiles confirman lo que dice Robert Spaemann aquí: «En todo hombre hay como un germen de conciencia, un órgano del bien y del mal. Quien conoce a los niños sabe que esto se aprecia fácilmente en ellos. Tienen un agudo sentido de la justicia, y se rebelan cuando la ven lesionada. Tienen sentido para el tono auténtico y para el falso, para la bondad y la sinceridad; pero ese órgano se atrofia si no ven los valores encarnados en una persona con autoridad. Entregados demasiado pronto al derecho del más fuerte, pierden el sentido de la pureza, de la delicadeza y de la sinceridad. Para ellos, la palabra es ante todo un medio de transparencia y de verdad. Pero cuando, por miedo a las amenazas, aprenden que hay que mentir para librarse de ellas, o experimentan que sus padres no les dicen la verdad y emplean la mentira en la vida diaria como normal instrumento de progreso, desaparece el brillo de sus conciencias y se deforman: la conciencia pierde finura».
Robert Spaemann. «El individuo o ¿hay que seguir siempre la conciencia?», en Ética: Cuestiones fundamentales (Moralische Grundbergriffe, 1982). Pamplona: Eunsa, 2010, 9ª ed.; 136 pp.; col. Astrolabio; ISBN: 978-84-313-2335-6.