Ramón Gaya: «A un señor como Dalí le interesa que se acuerden de él mientras está vivo, porque luego acabarán olvidándole por completo. No es ya que sea malo, es que no ha tenido nunca nada que ver con la pintura. Ahora se le ensalza, pero su nombre quedará simplemente como un suceso más dentro de la historia de la cultura, porque la historia tiene la mala costumbre de recoger todo lo que sucede. Miró tampoco tiene nada que ver con la pintura. Está haciendo la misma mancha roja desde hace cincuenta años, una crucecita, que él dice que es una estrella, y una línea negra que a mitad del lienzo se encuentra perdida sin saber a dónde ir. Eso no le sucede nunca a Picasso, porque él es un gran creador que sabe trascender todos los valores plásticos y darle al cuadro una vida real. Diría incluso que el cuadro no le importa porque él, a lo que viene es a dar vida, como todos los grandes creadores, y no a pintar cuadros para colgarlos. Los cuadros no son para colgarlos, son para que exista la vida, para que continúe, para que tenga perennidad. Para eso son los cuadros, y para eso son los poemas, las sonatas…».
Y es que Picasso, afirma en otro lugar, «incluso en sus búsquedas más estrafalarias, en sus homenajes, se está refiriendo a todo el recorrido de la pintura, desde las cavernas hasta él. Está siempre atento a ese río que es la pintura, porque es un sabedor de lo que es la pintura. En él la tradición está siempre al fondo, se la ve, se transparenta en cualquier cosa que haga. La tradición no puede romperse porque es como el hilo mismo de la vida. En Picasso se pueden rastrear fondos de cosas que han sido, y que él vuelve a ellas porque sabe que también son ahora, como los vasos griegos; son cosas que él actualiza, un poco como homenaje, quiero pensar; pero sobre todo está en él ese hilo de la vida que no pierde de vista y que los Mondrian y demás no conocen».
Ramón Gaya. De viva voz. Entrevistas (1977-1998) (2007). Valencia: Pre-Textos, 2007; 402 pp.; selección y presentación de Nigel Dennis; ISBN: 978-84-8191-787-1.