Gombrich: «Sé que hay muchas personas que niegan que existan criterios con los que juzgar la calidad. No soy una de ellas. Creo que el arte grande es tan raro en la pintura como en la música o en la poesía, pero que cuando lo encontramos vemos en él una riqueza y una maestría de recursos que trasciende la comprensión humana normal. Aun así, la preferencia por lo primitivo es una reacción comprensible, porque el aumento de recursos artísticos hace aumentar también el riesgo de fracaso. La línea de fondo es más segura y más atractiva en este sentido. Sin embargo, es humano querer trascender esas limitaciones y mejorar el lenguaje del arte, los instrumentos de expresión, tendiendo a una articulación cada vez más sutil. Esto es, creo yo, lo que el siglo XX intentó hacer absorbiendo en sus recursos los modos y métodos de la imaginería primitiva. Amplió la gama expresiva, incluyendo tanto la regresión como el refinamiento. [Así, Picasso] jugó con los recursos del estilo como si tocara un órgano de iglesia, utilizando conceptos clásicos y primitivos según la inspiración del espíritu; y Paul Klee, un explorador más suave de los medios de expresión artística, (…) hizo realidad su intención de aprender del arte de los niños, sin resultar jamás infantil. Cuanto más te guste lo primitivo, menos primitivo debes volverte».
E. H. Gombrich. La preferencia por lo primitivo. Episodios de la historia del gusto y el arte de Occidente (The Preference for the Primitive, 2002). Madrid: Debate, 2003; 324 pp.; trad. de Juan Manuel Ibeas; ISBN: 84-8306-148-1.