The Woman Who Was Chesterton

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The Woman Who Was Chesterton

Un libro que me ha hecho entender algunos aspectos de la personalidad de Chesterton, y que he utilizado en la nueva edición revisada y ampliada de Gramática de la gratitud, es The Woman Who Was Chesterton, de Nancy Carpentier Brown.

Es una biografía de la esposa de Chesterton, Frances Blogg, que se apoya mucho en sus propios testimonios: unos procedentes de diarios suyos que se conservan, y otros, la mayoría, de la gran cantidad de cartas que escribió. Después de dos capítulos dedicados a los datos que se poseen de la familia de Frances y a su vida de soltera, los siguientes tratan, el tercero, de la vida del matrimonio en Londres hasta 1908; el cuarto, de su vida en Beaconsfield hasta la enfermedad grave de Chesterton en 1915; el quinto, de los viajes que hicieron en los años siguientes y del bautismo como católico de Chesterton en 1922; el sexto, del proceso de conversión a la fe católica de Frances; el séptimo, de lo que supuso la incorporación de Dorothy Collins como secretaria, chófer y ayudante para todo de Chesterton en 1926; el octavo, de los últimos años de la vida de Chesterton; el noveno, en el que figuran muchos poemas de Frances, de los dos últimos años de su vida; y el décimo, titulado «El destino de Mrs. Chesterton», recuerda los obituarios que se le dedicaron, recapitula sus méritos y, en particular, subraya que la obra de su marido fue posible gracias a ella.

La autora se dirige a quienes ya conocen mínimamente a Chesterton por lo que no se detiene a glosar los acontecimientos importantes de su vida más allá de lo que le afectaron a Frances. Habla con detalle de las desgracias que se sucedieron en su familia de sangre; del sufrimiento con el que vivió su infertilidad y de las operaciones a las que se sometió por ese motivo; de los dolores de columna y el insomnio que padeció durante años debidos a una leve cojera que se le diagnosticó muy tarde, etc. Recalca su atención permanente a su marido: a que fuera correctamente vestido, a que fuera puntual, a corregir su desaliño, a poner orden en sus cosas, etc. Debido al eco que, a la muerte de Frances, alcanzó el libro Los Chestertons, Carpentier subraya, una vez más, la falta de veracidad de las afirmaciones de Ada Chesterton sobre Frances. Otro punto que aclara bien es el de cuáles fueron las relaciones de los Chesterton con Dorothy Collins: de una gran confianza en todos los sentidos pero no, como se ha dicho a veces, como si fuera la hija que nunca tuvieron.

Frances queda perfilada como una persona culta, con aficiones literarias, que hablaba francés y alemán y, menos, italiano. Antes de casarse fue conferenciante y ensayista, ocupaciones que, después de su matrimonio, prácticamente abandonó. Sí continuó escribiendo poesía, mucha para niños. En su juventud se acentuó su religiosidad, algo que influyó en la de su futuro marido; también, como él, simpatizó con las ideas socialistas en sus años jóvenes y tenía una viva preocupación social. Fue una persona bondadosa, que sabía observar y escuchar con paciencia, y que siempre procuraba que los demás se sintieran cómodos. No le gustaba la fama y le pidió expresamente a su marido que no la mencionase en su Autobiografía. Sufría con el clima inglés, nuboso y lluvioso, y ansiaba el sol y el calor. A pesar de su fragilidad demostró una fortaleza y serenidad enormes cuando tuvo que afrontar situaciones difíciles, como fueron varias muertes trágicas en su familia o las enfermedades graves de su marido.

En el libro no hay informaciones nuevas respecto a lo que habían ya contado los biógrafos anteriores de Chesterton, pero la autora sabe hacer ver las cosas con una luz nueva y redimensionarlas mejor para que el lector comprenda el alcance del comentario que hizo Titterton sobre Frances indicando que era «la mejor mitad» de Chesterton. Así, cualquier conocedor de Chesterton, que sabe bien de su trato cordial con muchas personas, incluidas algunas, como Shaw o Wells, de trato difícil y distantes de su modo de pensar y de vivir, quizá no se ha parado a pensar en el papel que jugaron la bondad y amabilidad de Frances en que se mantuvieran esas amistades durante toda la vida: por ejemplo, fue Frances quien cuidó a la esposa de Wells durante una enfermedad. O, por ejemplo, apunta Carpentier que Frances no sólo era favorable al voto femenino, sino que también era amiga de algunas sufragistas importantes de la época, por lo cual queda claro que las combativas opiniones de Chesterton respecto a esa cuestión ni mucho menos estaban modeladas a partir de lo que pensaba Frances, tal como decían biógrafos previos.

Luego, la biografía explica bien que los Chesterton, cuando tuvieron claro que no podrían tener hijos, decidieron dar prioridad a su trato con niños: elegían compartimentos con chicos cuando viajaban en tren; planeaban continuamente actividades para diversión de los hijos de sus familiares, amigos y vecinos; invitaban a quienes conocían a pasar temporadas con ellos y entonces les leían libros, cantaban canciones y organizaban representaciones teatrales con ellos, actividades cuyo peso recaía en Frances principalmente, incluida la redacción y producción de las pequeñas piezas dramáticas. De hecho, fueron padrinos de unos veinticinco niños.

Nancy Carpentier Brown. The Woman Who Was Chesterton (2015). Charlotte (North Carolina): TAN Books, 2015; 306 pp.; prefacio de Dale Ahlquist; ISBN: 978-1505104783. Edición para Kindle, ACS books, 2015; ASIN: B013KT1MLI. [Vista del libro en amazon.es]

 

8 junio, 2018
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