Como es sabido (o como algunos saben) Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo tienen muchas cargas de profundidad contra los comportamientos políticos habituales: Lewis Carroll pensó algunos personajes y escenas a partir de la vida política de su tiempo y John Tenniel le secundó con sus ilustraciones. Y es que la política es un mundo donde abundan quienes creen, y quieren hacernos tragar, que con el lenguaje se transforma la realidad (y hablan de economía sostenible y cosas así mientras los sueldos de los demás bajan y los suyos suben).
Chesterton recurrió a veces al mundo del nonsense para criticar a los políticos y, por ejemplo, tomando pie del comentario de un contemporáneo suyo, escribía: «Decir que “podemos no comprender las teorías políticas pero nuestra Constitución funciona bien en la práctica”, es una paradoja [tan] disparatada (…) como una rima disparatada de Lear o Lewis Carroll. Es exactamente como decir: “No podemos sumar correctamente las cifras; nos contentamos con que el resultado salga bien”. Es como decir: “Es cierto que nos han dado una longitud y una latitud equivocadas, ¿pero qué importa si hemos encontrado el lugar que estábamos buscando?”» («La paradoja andante», El color de España y otros ensayos).
Y, en un artículo magistral que resumo, usó personajes de Alicia en el País de las maravillas para explicar cómo se fabricaban algunas leyes en el Parlamento. El sistema es el siguiente: las leyes se hacen debido al acuerdo al que llegan la Liebre de Marzo, el progresista, y el Sombrerero Loco, el capitalista. La locura del Sombrerero es que, por encima de todo, desea ganar dinero y, en el fondo, desea no tanto hacer sombreros para toda clase de cabezas como que las cabezas se adapten a sus sombreros. La Liebre de Marzo es el seudointelectual que desea cambiar la sociedad y, por razones varias, pertenece a la Liga Sin Sombrero. Ambos deberían chocar pero no, se ponen de acuerdo y, en un ejercicio de amor al consenso, preparan la Ley de las Perchas de los Sombreros (LPS). Con ella se regula que en cada vestíbulo debe haber un perchero para sombreros, que ha de tener veintitrés perchas y que, para que no cojan polvo indeseado, estarán ocupadas ininterrumpidamente por veintitrés sombreros. Además, la LPS señala que los sombreros podrán usarse para distintas cosas: los cazadores para cazar conejos, los mendigos como recipientes de monedas, los agricultores para componer los espantapájaros, etc. En definitiva, con la LPS se trata de garantizar que tantos ciudadanos como sea posible no lleven sombrero. Al final, tanto el capitalista como el socialista progresista consiguen sus objetivos: uno, hacer dinero; el otro hacer algo, lo que sea. Han logrado abolir los sombreros manteniendo los sombrereros. («How Mad Laws are made», Fancies versus Fads)
Se puede considerar una nota sobre lo mismo, no chestertoniana, la de Políticos hocicones.